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miércoles, 20 de abril de 2016

La novia del “Che” Guevara

AGENCIAS NOTICIOSAS

CÓRDOBA — A los 82 años, María del Carmen “Chichina” Ferreyra, tiene una vida rica en anécdotas y una conversación entretenida. Bióloga e historiadora sigue con una vida muy activa e involucrada en investigaciones de la Junta Provincial de Historia. Con todo, para la mayoría es “la novia del Che”. Pasaron décadas de aquella relación juvenil que signó su vida, pero no hay manera de que los otros dejen de recordarla.
 
“Chichina” se excusa ante LA NACION de hablar del tema: “No lo hice nunca”. Admite que sólo lo conversó con algunos íntimos y que siempre fue “complicado”. Se toma con humor la trascendencia, por ejemplo, que generó el que fuera fiscal en las PASO por Cambiemos . “No sé qué llamó la atención; será la edad”, comenta.

“O que un amor del Che haya fiscalizado para Mauricio Macri”, intenta este diario. “Puede ser”, se ríe pícara “Chichina”, quien comenta que por esa anécdota la llamó para entrevistarla su amiga Mónica Mihanovich. Hábil, le cambió el eje de la charla al aire y terminaron recordando anécdotas de juventud, cuando la periodista la visitaba en su casa de Malagueño.

Los ojos verdes de “Chichina” encandilaron a Ernesto Guevara Lynch en el casamiento de Carmen, hermana de un gran amigo de ella y de él, Pepe González Aguilar. Era octubre de 1950, ella tenía 16 años y también se sintió atraída por él, de 22.


Por 1951, Ernesto viajaba seguido de Buenos Aires a Córdoba, donde vivía “Chichina” y su familia, una de las más destacadas de la provincia, no sólo por su fortuna sino por su cultura y sus relaciones. También los visitaba en la casona de Malagueño. Los Guevara Lynch, en cambio, eran aristócratas venidos a menos.

“Me fascinó su físico obstinado y su carácter antisolemne”, contó “Chichina” en una de las escasas oportunidades en que rompió su silencio público sobre la relación. “Su desparpajo en la vestimenta nos daba risa y, al mismo tiempo, un poco de vergüenza. No se sacaba de encima una camisa de nailon transparente que ya estaba tirando a gris, del uso. Se compraba los zapatos en los remates, de modo que sus pies nunca parecían iguales. Éramos tan sofisticados que Ernesto nos parecía un oprobio…”.

Ernesto había vivido con su familia en Alta Gracia en los ’30; en Buenos Aires estudiaba Medicina y, cuando tenía la oportunidad, viajaba como enfermero en barcos de la Marina Mercante. Demoró poco en ofrecerle matrimonio a “Chichina” y una luna de miel de mochileros por América latina. La familia de la joven se escandalizó.

El romance transitaba en años del peronismo, movimiento con el que Ernesto no comulgaba como tampoco lo hacía su suegro, el radical Horacio Ferreyra. Los motivos de la oposición eran diversos. Las diferencias políticas empezaron a colarse en las conversaciones.

De todos modos, el vínculo siguió y “Chichina” hasta colaboró (seguramente a escondidas de su gente) con el viaje de Ernesto y Tomás Granado en moto por América. Salieron en diciembre del ’51 y, antes de empezar a subir, se fueron a la costa a donde estaba su novia. Para Reyes le regaló un cachorro de ovejero alemán, “Come back”.

En una carta a su padre, Ernesto le contó: “Todo fue una luna de miel continua, con ese sabor amargo de la próxima despedida que se estiraba día a día, hasta llegar a ocho. Cada vez me gusta más o la quiero más a mi cara mitad. La despedida fue larga, ya que duró dos días, y bastante cerca de lo ideal”. A los meses, “Chichina” le comunicaba -también por correo- que el romance había terminado.

Pasaron 64 años desde aquella despedida. Ernesto se convirtió en “el Che” y, desde entonces, “Chichina” sigue siendo su primera novia. Aunque ella prefiera no hablar de eso.