Sin dudas, el Gobierno ganó la guerra de números
Las
encuestas han dado tanta agua a beber a los grupos de oposición, que no
quieren hablar de ellas, y si por cosa del destino se las encuentran en
la calle, cambian de acera.
Los
más radicales las comparan con la más cruel de las torturas aplicadas
por Estados Unidos a los sospechosos de terrorismo. La de echar agua sin
parar por boca y nariz. En la cárcel de Guantánamo saben de eso, como
también, en su momento, en la prisión Abu Ghraid.
El
fastidio, incluso, no es tanto por las encuestas o los porcentajes,
sino por la frecuencia. Como si nadie estuviera convencido y todos
quisieran confirmar.
Una
de las firmas que les hacía mejor trabajo perdió el contrato, por lo
que su campaña navega sin brújula o vuela con piloto automático, como si
los instrumentos y no las personas fueran suficientes.
Aunque
al percance le encontraron una salida genial: que en el Palacio tienen
una mesa de encuestas, que se barajan como cartas, y en cada
circunstancia los estrategas escogen la mejor. Como si fuera una
paletera con chicle de canela y menta verde, y según el gusto. Sea que
se quiera masticar o chupar.
Pildorín diría: mete la manita, sí, sí…(De Buena Tinta-Diario Libre)