Nelson Encarnacion/elcaribe.com.do
No se ha realizado ningún estudio ni encuesta para medir el nivel de animadversión que ha cosechado el candidato Luis Abinader entre la gente de los medios de comunicación, pero si alguien se animase a hacerlo encontraría que, probablemente, nueve de cada diez integrantes de ese sector profesional quisiera colgarle del palo mayor y dejarle allí a agua, sol y sereno durante al menos una semana.
Lo mismo podríamos decir de los instigadores de la llamada sociedad civil, cuya actitud ha sido causante de un grave daño a periodistas, locutores y otros comunicadores que han pasado a padecer el resultado de su chismografía contra la publicidad de los entes del Gobierno.
Agitación llevada a cabo por gente que nunca ha pagado una nómina quincenal, y por tanto desconoce el esfuerzo que significa llevar adelante una pequeña empresa cuya fuente principal es la publicidad, un servicio esencial en todas las sociedades, no una dádiva que se dispensa para comprar silencios o adquirir proyección, en este caso del Gobierno, como pretenden vender estos maledicentes de oficio.
En lo tocante a Abinader, quizá podamos descubrir que el efecto negativo de la suspensión de la publicidad gubernamental no ha recaído sobre el presidente Danilo Medina, siendo eventualmente este uno de los extraños casos en que el instigador paga más caro que el autor de un hecho.
Es posible, asimismo, que la campaña del PRM pueda descubrir que comunicadores afectos a su causa pero que también eran cubiertos por el manto publicitario estatal, echan chispas contra “su” candidato, pues han visto desvanecerse unos ingresos que percibían sin convertirse en “bocinas”, la palabreja con la cual ese partido y aliados pretenden descalificar a todo periodista que emite una opinión favorable a la Administración.
Y es que desde hace más de un año Abinader y los agitadores de la sociedad civil han querido que la población compre el argumento de que el posicionamiento de Danilo se debe a la inversión en publicidad y no a sus realizaciones. Como hablamos de encuestas no realizadas, también pudiéramos especular sobre el supuesto de que posiblemente si Abinader contase con la publicidad cuyo griterío hizo suspender, su puntaje en las mediciones sería exactamente el mismo de ahora. Es que, como la frase conocida, “el hábito no hace al monje”.
Lo mismo podríamos decir de los instigadores de la llamada sociedad civil, cuya actitud ha sido causante de un grave daño a periodistas, locutores y otros comunicadores que han pasado a padecer el resultado de su chismografía contra la publicidad de los entes del Gobierno.
Agitación llevada a cabo por gente que nunca ha pagado una nómina quincenal, y por tanto desconoce el esfuerzo que significa llevar adelante una pequeña empresa cuya fuente principal es la publicidad, un servicio esencial en todas las sociedades, no una dádiva que se dispensa para comprar silencios o adquirir proyección, en este caso del Gobierno, como pretenden vender estos maledicentes de oficio.
En lo tocante a Abinader, quizá podamos descubrir que el efecto negativo de la suspensión de la publicidad gubernamental no ha recaído sobre el presidente Danilo Medina, siendo eventualmente este uno de los extraños casos en que el instigador paga más caro que el autor de un hecho.
Es posible, asimismo, que la campaña del PRM pueda descubrir que comunicadores afectos a su causa pero que también eran cubiertos por el manto publicitario estatal, echan chispas contra “su” candidato, pues han visto desvanecerse unos ingresos que percibían sin convertirse en “bocinas”, la palabreja con la cual ese partido y aliados pretenden descalificar a todo periodista que emite una opinión favorable a la Administración.
Y es que desde hace más de un año Abinader y los agitadores de la sociedad civil han querido que la población compre el argumento de que el posicionamiento de Danilo se debe a la inversión en publicidad y no a sus realizaciones. Como hablamos de encuestas no realizadas, también pudiéramos especular sobre el supuesto de que posiblemente si Abinader contase con la publicidad cuyo griterío hizo suspender, su puntaje en las mediciones sería exactamente el mismo de ahora. Es que, como la frase conocida, “el hábito no hace al monje”.