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martes, 27 de diciembre de 2016

Así vive la otra mitad de Wham excompañero de George Michael

Andrew Ridgeley era la otra mitad de Wham!, la banda que a principios de los años ochenta lanzó al estrellato a George Michael, fallecido este domingo. 

En 1986, tras cinco años juntos y 20 millones de discos vendidos, el dúo se separó con un último concierto en Wembley (Londres) ante 72.000 personas. George Michael siguió en el centro del escenario, con todos los focos apuntándole, mientras que Ridgeley veía desvanecer su idilio con la fama. Sin embargo, las cosas no le han ido nada mal.

Un vistazo a la cuenta de Twitter del británico muestra en qué consiste su vida hoy en día. Es un entusiasta aficionado al ciclismo, deporte que practica por toda Europa. En marzo se dejó ver sobre su bicicleta por la Comunidad Valenciana y en junio pasó por Mallorca e Ibiza. Dando pedaladas, recauda fondos para la Fundación Dallaglio, dedicada a los jóvenes en exclusión social. Desde la misma cuenta, relata sus viajes gastronómicos y demás distracciones.

Según apuntan varios medios británicos, no se le conoce actividad profesional a día de hoy. Vive en un pequeño pueblo en la península de Cornualles, en el sudoeste de Inglaterra. A principios de los noventa abandonó Londres para instalarse en una granja junto a su pareja Keren Woodward, integrante de la banda Bananarama. Como dice en su descripción en Twitter, vive “sentado en zapatillas de andar por casa”.
Según apunta el Daily Mail, durante sus cinco años en Wham! logró amasar una fortuna de diez millones de libras (11,8 millones de euros), suficiente para vivir sin problemas si se saben gestionar. Intentó seguir su carrera en solitario cuando George Michael tomó su propio camino, pero no prosperó. En mayo de 1990 lanzó el disco Son of Albert. Ni siquiera se acercó a convertirse en un éxito, lo que desechó la posibilidad de un segundo disco.
Para el Philosophers Daily, que publicó la historia sobre Ridgeley en 2015, de haber persistido habría triunfado. Su artículo se titulaba Por qué Andrew es el ganador y Michael el perdedor, y explicaba que "Andrew podría haber ganado mucho más dinero si se hubiera empeñado en continuar". "No solemos ver la resignación como una virtud; nos suena a fracaso. Sin embargo, es importante reconocer que las mejores cosas de la vida, como una relación estable o estar a gusto con uno mismo, exige renunciar a ciertas emociones", prosigue el artículo, publicado en un medio fundado por el filosofo suizo Alain de Botton.
Antes de llegar a esa conclusión, Ridgeley también realizó una pequeña incursión en el mundo de la actuación y en las carreras de coches en Mónaco, tan infructuosas como su disco en solitario. La fama de mujeriego y consumidor de drogas le precedía, una imagen de la que se empezó a deshacer tras coincidir con la integrante de Bananarama.