Hay una fuerte sensación de melancolía en la Fuerza. El adiós prematuro de Carrie Fisher en diciembre del año pasado ha hecho derramar lágrimas y ha dejado un vacío inmenso entre sus compañeros. Su aura sigue estando muy presente a una semana de que comiencen a llover los millones por Los últimos Jedi, la octava entrega de esta guerra de las galaxias que arrancó George Lucas allá por 1977.
«Carrie es irremplazable», dice el bueno y noble de Mark Hamill a las primeras de cambio. «Además, su final es muy agridulce porque le añade un toque melancólico que la película no se merece. Su elección del momento oportuno siempre fue perfecto, excepto en esta ocasión, porque debería estar aquí para el estreno, para la octava y la novena. Por eso estoy un poco enfadado con ella de alguna manera».
A Luke Skywalker le corresponderá la misión de despedirla en pantalla -adelanto, ya que este texto está libre de spoilers- y puede que ahí resida la fuerza del octavo capítulo de la franquicia más popular de la historia del cine, una que desde su resurgir, de manos de Disney, no ha dejado de dominar la cartelera por Navidad en las últimas tres temporadas.
Ése, en principio, será el principal aliciente de Los últimos Jedi para los nostálgicos, una continuación del brillante esfuerzo de J. J. Abrams en 2015 con El despertar de la fuerza, y que ahora tratará de emular Rian Johnson, el candidato de la mítica productora Kathleen Kennedy y del propio Abrams para darle larga vida a este cuento.
Hasta ahora ninguno de los dos había conseguido a alguien que pudiera ejecutar su visión con tanta certeza. Los despidos de directores en esta galaxia han sido cuantiosos, desde Colin Trevorrow hasta Josh Trank. Pero Johnson se lo ha ganado a pulso. «Es una fuerza creativa, y verle dar forma a Los últimos Jedi de principio a fin ha sido uno de los grandes placeres de mi carrera», indicó Kennedy. De hecho, le han encargado una nueva trilogía para explorar nuevos rincones de la galaxia, un caso aparte.