Tras décadas de misterio, parece que nunca habrían aterrizado en ese paraje de los Estados Unidos.
¿Existe
la vida extraterrestre? ¿Se trata de seres más inteligentes que los
humanos? ¿Llegaron a aterrizar en nuestro planeta con la intención de
conquistarlo? Todas estas preguntas y muchas más quedaron sepultadas por el silencio a través de las décadas y un sólo lugar surge como toda pista: el 51, en el desierto de Nevada, .
Ubicada cerca del lago Groom y protegida por el Pentágono, este pedazo de tierra en apariencia inhóspita habría servido como refugio para una nave espacial que se estrelló en la localidad de Roswell, Nuevo México, en 1947. O no, según sendas investigaciones que acaban de publicadas en los Estados Unidos.
Al parecer, la presencia de aliens en el Área 51 sirvió de pantalla para que el de los Estados Unidos desarrollara en esa militar los prototipos de sus aviones espía, según el libro de Annie Jacobsen, "Área 51, la historia sin censuras de la base ultrasecreta", y el documental "Los secretos del Área 51", producido por el canal de la National Geographic.
Todo indicaría que la base militar comanzó sus operaciones en 1955 y ahí se diseñaron los aviones U-2 y a los famosos A-12 y SR-71 Blackbird, más el cazabombarderos F-117 Nighthawk.
Lo que ocurrió es que para un prototipo de avión militar de tan avanzada tecnología era necesario hacerlos "dar una vuelta" por los soliltarios cielos del desierto de Nevada y ahí, sí, eran capaces de eclipsar las luces hasta de la ciudad de Las Vegas, ubicada en el mismo Estado. La explicación más rápida, así como alocada y difícil de probar, era suponer que OVNIs se desplazaban por el Área 51.
En efecto, se trató de "Objetos Voladores No Identificados", pero no eran extraterrestres, sino aviones miilitares. Sólo el A-12 realizó unos 2.850 vuelos experimentales hasta que quedó listo, y la loca historia de los voladores entretuvo a los curiosos mientras tanto. Pero, ¿y la verdad sobre el estallido en Roswell?
Aquel episodio, registrado en 1947 en plena Guerra Fría, habría sido la caída de un avión soviético en el desierto de Nuevo México. Aquí es donde la fantasía puede hacer con la realidad de nuevo y las hipótesis hablan de un prototipo ruso creado en base a un avión nazi, el Horten Ho 229 o Gotha, el "ala voladora".
La tripulación de esa nave habría estado formada por adolescentes modificados genéticamente por Joseph Mengele, el científico que condujo experimentos en humanos en los campos de concentración nazi como Auschwitz. Pero esta historia fue tratada como una nueva fábula por Thornton D. Barnes, un especialista en hipersónico que trabajó en el Área 51.
"La gente le ha echado mucha imaginación a lo que pasaba en la base, lo que había era mucho trabajo, muy duro, y mucho secreto, que sin duda alimentó la paranoia exterior", aclaró el científico, quien insistió que nunca se desarrollaron naves redondas en la base. "En realidad sí tuvimos en la base aparatos que no eran de nuestro mundo, aeronaves de otra tecnología: reactores Mig 17 y Mig-21 capturados a los rusos para estudiarlos", explicó Barnes.
Nada redondo salió del Área 51, pero sí luces furtivas que pudieran dar la de que no estamos solos en el espacio. ¿La verdad detrás de todo ello? "Nunca lo sabrán todo", sentenció Barnes.
Ubicada cerca del lago Groom y protegida por el Pentágono, este pedazo de tierra en apariencia inhóspita habría servido como refugio para una nave espacial que se estrelló en la localidad de Roswell, Nuevo México, en 1947. O no, según sendas investigaciones que acaban de publicadas en los Estados Unidos.
Al parecer, la presencia de aliens en el Área 51 sirvió de pantalla para que el de los Estados Unidos desarrollara en esa militar los prototipos de sus aviones espía, según el libro de Annie Jacobsen, "Área 51, la historia sin censuras de la base ultrasecreta", y el documental "Los secretos del Área 51", producido por el canal de la National Geographic.
Todo indicaría que la base militar comanzó sus operaciones en 1955 y ahí se diseñaron los aviones U-2 y a los famosos A-12 y SR-71 Blackbird, más el cazabombarderos F-117 Nighthawk.
Lo que ocurrió es que para un prototipo de avión militar de tan avanzada tecnología era necesario hacerlos "dar una vuelta" por los soliltarios cielos del desierto de Nevada y ahí, sí, eran capaces de eclipsar las luces hasta de la ciudad de Las Vegas, ubicada en el mismo Estado. La explicación más rápida, así como alocada y difícil de probar, era suponer que OVNIs se desplazaban por el Área 51.
En efecto, se trató de "Objetos Voladores No Identificados", pero no eran extraterrestres, sino aviones miilitares. Sólo el A-12 realizó unos 2.850 vuelos experimentales hasta que quedó listo, y la loca historia de los voladores entretuvo a los curiosos mientras tanto. Pero, ¿y la verdad sobre el estallido en Roswell?
Aquel episodio, registrado en 1947 en plena Guerra Fría, habría sido la caída de un avión soviético en el desierto de Nuevo México. Aquí es donde la fantasía puede hacer con la realidad de nuevo y las hipótesis hablan de un prototipo ruso creado en base a un avión nazi, el Horten Ho 229 o Gotha, el "ala voladora".
La tripulación de esa nave habría estado formada por adolescentes modificados genéticamente por Joseph Mengele, el científico que condujo experimentos en humanos en los campos de concentración nazi como Auschwitz. Pero esta historia fue tratada como una nueva fábula por Thornton D. Barnes, un especialista en hipersónico que trabajó en el Área 51.
"La gente le ha echado mucha imaginación a lo que pasaba en la base, lo que había era mucho trabajo, muy duro, y mucho secreto, que sin duda alimentó la paranoia exterior", aclaró el científico, quien insistió que nunca se desarrollaron naves redondas en la base. "En realidad sí tuvimos en la base aparatos que no eran de nuestro mundo, aeronaves de otra tecnología: reactores Mig 17 y Mig-21 capturados a los rusos para estudiarlos", explicó Barnes.
Nada redondo salió del Área 51, pero sí luces furtivas que pudieran dar la de que no estamos solos en el espacio. ¿La verdad detrás de todo ello? "Nunca lo sabrán todo", sentenció Barnes.
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