Por: HÉCTOR SILVESTRE HIJO (hbss30@hotmail.com)
El poder político ha sido alterado en Honduras. El presidente Manuel Zelaya fue arrestado por tropas del Ejército Hondureño y posteriormente deportado a San José, Costa Rica.
“Si las barbas de tu vecino ves cortar, pon las tuyas a remojar”, reza el refrán popular. Y es que la situación política que vive la hermana nación centroamericana representa todo un desafío para la región.
Hasta el momento el golpe ha sido rechazado, sin excepción, por todos los gobiernos del hemisferio.
La interrupción de la institucionalidad Hondureña es la representación gráfica de un verdadero dilema ético: negarse a reconocer la ruptura de la institucionalidad o de aceptar la ilegitimidad. Apoyar el desorden o desconocer lo legal.
Latinoamérica se niega a aceptar a los golpistas.
La situación se complica porque a lo interno de Honduras el Golpe luce fuerte y goza del apoyo de las instituciones, incluyendo el Congreso que voto a unanimidad a favor del nuevo régimen.
Desde aquí vemos a un Manuel Zelaya débil y con poca voluntad de recobrar el mando perdido.
Reconocer el nuevo gobierno allanaría el camino para el retorno del fantasma del golpe de Estado en América Latina, que es lo mismo decir: De vuelta al caos y al desorden social e institucional.