El afán de ostentación ha llevado a determinadas figuras del medio a pagar un precio muy alto por ese complejo que tienen de mostrar sus pertenencias materiales.Es como si estuvieran liberando un deseo reprimido que llevaban dentro cuando estaban atrapados por la pobreza.
Recuerdo que el bachatero Frank Reyes se compró un limosina tipo Hummer para llegar en ella en un concierto que protagonizó en el anfiteatro de Altos Chavón y el vehículo en cuestión apenas cabía por las angostas calles circundantes al aforo de piedra.
Como se dice en buen dominicano, el cantante no pudo "echar vainas" con su costosa "nave" porque tuvo que dejarla en el patio trasero del escenario y sus deseos exhibicionistas se fueron a pique.
Luego intentó llegar a algunos bailes en el interior del país a bordo de su "limo", pero me cuentan que se le "abrió el pecho" con el excesivo consumo de combustible que representaba una "máquina" como esa.
A Frank Reyes no le quedó más remedio que poner el lujoso vehículo a la venta para lo cuál lo "parqueó" en una agencia comercializadora de automóviles sin que hasta la fecha haya encontrado comprador.
Pero y qué me dicen de su colega conocido como Luis Miguel del Amargue, que pagó un dineral por el alquiler de una limosina tipo "truck" para llegar a los premios Casandra, donde finalmente se "guayó" frente al Chaval de la Bachata, quien se llevó la presea.
Y no quiero caer en el tema de los que son capaces de abrir las puertas de su casas para presumir de sus bienes. Ya ese asunto ha sido ampliamente debatido.
Es parte de las "fantoncherías" que uno observa entre algunos artistas del patio, como si su reflujo en el desempeño de su labor musical dependiera de eso. Pura vanidad, nada más.
Publicado por Juan Carlos Jiménez