Quién no recuerda
"Titanic". Las salas acogieron en su día cantidades ingentes de gente
que acudía a ver la película, convirtiéndola en un éxito a lo largo del
tiempo. Sus continuas reposiciones en la televisión han hecho que este
clásico del cine todavía perdure.
Así se explica el fenómeno James Cameron, el de un director que
continúa liderando la taquilla mundial con esta conmovedora historia de
amor a bordo del que en ese momento era el crucero más grande del mundo.
No todas las cintas consiguen los 2.186 millones de dólares que Jack y
Rose lograron al arrastrar a las salas de cine a personas de todo el
mundo. Y lo más probable es que los más acérrimos amantes de la película
protagonizada por un jovencísimo Leonardo DiCaprio y Kate Winslet sigan
recordando no solo diálogos tan míticos como el de sus personajes:
J-"¿A dónde la llevo señorita?" R-"¿A las estrellas"; también recordarán
el emotivo final.
Tras un eterno "flasback" que prácticamente duraba toda la cinta,
Rose decidía desprenderse del colgante Corazón del Mar, un diamante que
fue el único objeto que llevaba encima al posar desnuda para Jack Dawson
el día antes del hundimiento del barco. Ya anciana, decide tirarlo por
la borda, y dejar partir los recuerdos que la mantuvieron anclada a ese
pasado que jamás superó pese a intentarlo.
Pero
la historia pudo no acabar donde lo hizo. Como tantos otros directores,
Cameron rodó un final alternativo. En ese otro desenlace, el personaje
de Brock Lovett cobra mayor protagonismo al intentar convencer de todas
las formas posibles a Rose para que no se deshiciera de ese diamante
cuya búsqueda sirve de hilo conductor al filme.
Al final empatiza con la
anciana y comprende su motivación por lo que... ¡estalla en una
carcajada! Un final ridículo que hubiese ensombrecido a la película,
ganadora de 11 premios Oscar en 1997. Tomado de hoycinema.abc.es