El cantautor y excandidato presidencial de Panamá, Rubén Blades, dio a
conocer mediante su página web su opinión acerca del precandidato
presidencial estadounidense, Donald Trump, llamando sobre todo a la
atención el peligro que representan sus propuestas contra los
inmigrantes ilegales. Aun así recomienda que no se le dé la importancia
que busca pues no lo considera un político serio ni comprometido.
A continuación el escrito de Blades, al cual tituló “Trumpadas”.
Walt Disney creó, hace ya muchas décadas, un
personaje que inicialmente despertó más antipatías que afectos: El Pato
Donald. Su principal característica era su carácter iracundo. Cuando las
cosas no eran del agrado de Donald, explotaba en un paroxismo de gritos
y se expresaba utilizando un idioma que la gente normal no atinaba a
comprender.
El Pato Donald me recuerda, más allá de la
coincidencia de nombre, a Donald Trump, el pre-candidato republicano a
la nominación por la presidencia de los Estados Unidos de América.
Existe una sola diferencia entre Donald Trump y el Pato Donald: el Pato
Donald nunca ha usado pantalones.
El Donald humano se jacta de tenerlos, y bien
amarrados, y como prueba de ello despotrica a diestra y siniestra contra
cualquiera que tenga la osadía de contradecir sus opiniones, que son
solo eso, opiniones y no programas de gobierno o propuestas concretas
dirigidas a enfrentar responsablemente las complejidades que plantea la
responsabilidad de la administración pública. En esto tengo cierto
conocimiento, pues he llegado a ser candidato a presidente en Panamá,
participando en un torneo electoral nacional, además de haber servido
cinco años en un puesto público, expuesto al examen de tirios y
troyanos. Considero que esa experiencia me proporciona la autoridad
suficiente para opinar objetivamente acerca de lo que dice Mr. Trump, un
fanfarrón con mucho dinero y un ego superior al producto interno bruto
de su país.
Su última payasada fue expulsar al periodista
Jorge Ramos de uno de sus soliloquios “a la Donald” que hábilmente
disfraza como ruedas de prensa. Igual que su homónimo, el Pato, Mr.
Trump reaccionó expulsando a Jorge de su reino, pues se sentía
incomodado por sus preguntas y, por supuesto, por su condición de
miembro del equipo de Univisión, grupo mediático que fue uno de los
primeros en reaccionar públicamente a sus insultos racistas. Aunque
algunos opinan que el periodista fue quien provocó el incidente por no
esperar su turno, o por un simple deseo de protagonismo, considero que
su acción fue dirigida a presionar a que el Sr. Trump enfrentara su
propio método de "bullying". O sea, recibió una dosis de su propia
medicina y reaccionó con su habitual arrogancia.
Poco después le permitió a Jorge Ramos regresar,
como si le concediera un salvoconducto, una dispensa para que pudiera
hacer su trabajo, Eso, desde luego, en nada altera la fea imagen que Mr.
Trump representa como político,
Hoy, Estados Unidos tiene un presidente que luce
como uno de los más inteligentes y bien intencionados que hayan existido
en los últimos cuarenta años. Y vale la pena señalar que muchos de los
planes de Obama, lo que deseaba hacer o intentó crear, ha sido destruido
por el Partido Republicano representado por voceros como el Sr. Trump.
No creo que estos obstáculos hayan sido producto solamente del racismo,
que de hecho existe no solo en Estados Unidos sino también en América
Latina. Esto es algo a lo que todos debemos poner atención.
Lo que ha obstruido los planes del presidente
Barak Obama, es la oposición de ciertos sectores a que se realicen los
cambios necesarios para crear una mejor y más justa sociedad. Así como
Mr. Trump es un escalofrío en busca de un cuerpo, la gente que lo apoya,
un segmento que aumenta cada semana después que exhibe su soberbia, nos
debe causar mayor temor aún.
La verdad es que en Estados Unidos la lucha, por
no llamarla guerra todavía, no es solo por dinero, sino también por
ideas. Lo que se está discutiendo, solapadamente, es el tipo de sociedad
que va a existir en ese país de aquí a veinte años. Con su actitud,
con sus generalizaciones, con un paternalismo que pretende brindar una
imagen de solidaridad, con su beligerante intolerancia, Trump representa
a lo peor que existe en el noble país del Norte. Y aclaro que no son
solo estadounidenses los que apoyan sus estupideces. También lo
respaldan latinos, o descendientes de latinos, que hipnotizados por el
éxito material de Donald, caen en el engaño en el que también cayó la
gente que eligió en Panamá a un candidato millonario: que "los ricos no
necesitan robar”. Sin ánimo de insultar a nadie, ese argumento es
absurdo. La gente roba porque esa es su disposición, porque está en su
carácter y porque lo que tienen nunca les parecerá suficiente. Esta es
la principal característica de la codicia, no posee límite. Bernie
Madoff, preso por la más grande estafa piramidal (Ponzi) jamás realizada
en los Estados Unidos, administraba billones de dólares pero siguió
hurtando, destruyendo el futuro de miles de personas, y de paso a su
familia y a él mismo.
Criticar a Trump es como pegarle a un borracho
por hablar idioteces. Simplemente no le demos la credibilidad que busca.
Me parece que está satisfaciendo su ego con lo que hace. No lo veo
realmente dedicado a ser un candidato serio y creo que cuando se acerque
la hora crucial de transformar su alharaca y sus vagas generalidades en
argumentos concisos y serios, se retirará de la campaña por
incompetente. Seguro culpará a terceros, pero no llegará a la otra
orilla. Entre tanto, se divierte y recoge la fama que su complejo
necesita, y que lo hace creer que lo que dice o hace, importa.
Más escalofriante que él mismo, es descubrir
cuánta gente encuentra en su postura el sustento de sus esperanzas, sin
darse cuenta de que esto equivale a esperar del Pato Donald un diálogo
pausado, racional y productivo.
Donald Duck fue creado para provocarnos risa. El otro Donald, tal como lo veo, está programado para causar daño.
Y eso sí que no es cosa de risa.
Rubén Blades | New York, 27 de agosto, 2015