Por Miguel Melenciano
Lo
dicho por el cantante Sergio Vargas, no es nada nuevo, ya nosotros
nos habíamos referido al tema en varias ocasiones, y entendemos que en
el asunto se quedó corto, pues solo atinó –según lo que hemos leído- a
describir una parte del problema y la otra como culpa, echársela al
gobierno.
Con
lo planteado por Sergio, de que el merengue no tiene sucesores estamos
totalmente de acuerdo, pues solo unos pocos jóvenes, los cuales podemos
contar con los dedos de las manos y sobran dedos, se atreven a
incursionar en tan rico y cadencioso ritmo.
Del
mismo modo, los viejos exponentes no se han preocupados por fomentar
ese relevo, como manifestara recientemente el bachatero Raulín
Rodríguez, temeroso tal vez de que le quiten su espacio.
Pero
de ahí a colocar en los hombros del estado la responsabilidad de
autoritariamente obligar a las emisoras a colocar merengue, eso no cabe
en la cabeza de nadie en un régimen democrático y de libre empresa.
Consideramos
válida la preocupación del negrito consentido de Villa Altagracia, pero
los verdaderos responsables de que el merengue no tenga mayor difusión
en las emisoras dominicana son los mismos exponentes.
Pues,
aunque este ritmo es patrimonio nuestro, los merengueros en su época de
gloria no se preocuparon por invertir en su fuente de trabajo, para así
proyectar su carrera y el género más allá del tiempo. Las demás
razones están a la vista y no necesitan espejuelo.