Tras casi 100 años de existencia dejará de funcionar la "Roseland Ballroom", lugar en el que pasaron músicos como Frank Sinatra, Louis Armstrong, Rolling Stones y Madonna.
NUEVA YORK.- Frank Sinatra, Louis Armstrong, Rolling Stones,
Metallica, Madonna y Lady Gaga: tras casi 100 años de existencia, en los
que decenas de artistas se han dejado ver y decenas de miles de
personas bailaron toda la noche, la mítica sala neoyorquina "Roseland
Ballroom" cierra definitivamente sus puertas.
Esta pequeña
sala de conciertos, situada entre rascacielos, teatros de Broadway y
hoteles de lujo y con capacidad para 3.000 personas, está considerada
una de las reliquias de la era de los extraordinarios clubs nocturnos de
Manhattan y eso que la acústica ni siquiera era realmente buena. Tras
legendarios clubes como "Studio 54" o el "CBGB", el próximo lunes (7 de
abril) cerrará para siempre la "Roseland Ballroom" conocida como la
"mejor sala de baile del mundo".
El dueño, Laurence Ginsberg,
no señaló razón alguna para explicar el cierre, pero desde hace tiempo
circulan rumores de que este edificio bajo será derruido para construir
en su lugar un lucrativo rascacielos, ya que se encuentra en uno de los
mejores sitios de la parte central de Mahnhattan.
Con todo, se
siguieron anunciando conciertos con conocidos artistas, pero en
noviembre de 2013, para disgusto de los asiduos clientes, se informó
sorpresivamente que los siete conciertos seguidos que iba a dar allí
Lady Gaga en abril (y cuyas entradas se agotaron prácticamente
enseguida) iban a poner el broche final a la "Roseland Ballroom".
Y
la historia de esta casa de conciertos es casi centenaria. En 1917
Louis Brecker y su prometida Dorothy Faggen abrieron el club. Al
principio la pareja tenía un local en Filadelfia, pero unos años después
se mudaron a una antigua fábrica de carrozas en Nueva York. En sus
inicios sólo se permitía la entrada al club a los blancos.
Brecker
organizaba conciertos de jazz y bailes de sociedad, en ocasiones hasta
seis días seguidos. Aborrecía el twist y pronto lo prohibió en su club,
que en 1956 se trasladaría a su ubicación definitiva, una antigua pista
de patinaje.
"Al twist le falta el verdadero garbo", dijo
Brecker al "New York Times". "En este club se trata del baile en el que
se juntan las mejillas". Decenas de parejas se conocieron en la
"Roseland Ballroom". De aquellas parejas surgieron matrimonios que
dejaron más de 700 inscripciones en las paredes del club.
En
1977 murió Brecker y su hija Nancy heredó la sala, que poco después
vendió a su propietario actual Ginsberg. El espíritu de la "Roseland
Ballroom" cambió. Se escuchaba menos música disco y se organizaban más
conciertos, sobre todo después de que en 1984 mataran con arma de fuego a
un muchacho de 18 años en la pista de baile y seis años después un
grupo de jóvenes matara a un turista de Utah en el metro porque querían
dinero para entrar en la sala.
Grupos como Metallica o los
Rolling Stones actuaron allí. La cantante Fiona Apple fue noticia cuando
tras agotar las entradas para un concierto lo acabó precipitadamente
entre lágrimas y maldiciones. Hasta la ex primera dama de Estados Unidos
Hillary Clinton sopló las velas de su 53 cumpleaños en el famoso club,
con célebres invitados como Cher, Robert de Niro, Cameron Diaz y Tom
Cruise.
Todo eso forma ahora parte del pasado y a los
neoyorquinos les asusta pensar cuál será el futuro de ese edificio tan
cargado de historia de la música. Los trepidantes precios de los
alquileres en Manhattan y el destino que han sufrido otras salas, así
como las que han emigrado a barrios como Brooklyn, no dejan augurar nada
bueno.
El legendario "Studio 54" es en la actualidad un
teatro; en "The Bottom Line", donde Patti Smith y Neil Young subieron al
escenario, hay hoy aulas de la universidad de Nueva York; el "Paradise
Garage", donde nació el estilo musical garage house, es ahora un
aparcamiento; "Small's Paradise", en el Harlem, es un restaurante de
tortitas, mientras que el revolucionario club punk "CBGB" es una tienda
de ropa masculina.
El final de la "Roseland Ballroom" no deja
de ser una gran pérdida para Nueva York, dijo el agente de músicos Steve
Martin al "New York Times". "La Roseland siempre tuvo un gran instinto
para las bandas y los espectadores".