Quiso ser abogada, trabajó en casas de familia y ahora vende desayuno y
comida a 40 obreros que construyen la escuela de Hato Damas. A veces
pica hasta 6,000 pesos diarios. Pero, dentro de uno o dos meses, la obra
termina y los clientes se irán.
Lely Bello Lara no estaba haciendo nada cuando se enteró de que comenzarían a construir otra escuela en Hato Damas. Se le prendió un bombillito: porqué no ponerse a cocinar y vender servicios de comida a los obreros de la construcción.
Y en eso anda todavía, gracias a unos pesos que consiguió prestados y que ha ido pagando poco a poco, puntualmente, limpiando el arroz, picando la cebolla, el ajo, el repollo y el tomate, haciendo el escabeche, sazonando la carne, preparando la ensalada y afanando con el fogón. Isabel, su madre, ha sido una gran ayuda para ella.
Hay que decir que la vida que le ha tocado vivir a Lely no ha sido fácil. A los 18 años tuvo que dejar la escuela y lanzarse a trabajar luego que a su padre le atrapara una terrible enfermedad y su madre se dedicara a él por entero.
Tenía dos años que había dejado de trabajar en casas de familia, se mantenía haciendo cositas y ganando chelitos hasta hace diez meses cuando inició la construcción de la Escuela Básica Hato Damas II.
En los primeros meses de la construcción y del negocio, transportaba la comida en el motor de un vecino que no tardó en dañarse y no dar para más. Ahí empezó el calvario de tener que cargar en la cabeza calderos y poncheras toda la comida. De su casa hasta la escuela a pie y bien cargada.
A pesar de este percance, sigue siendo una mujer alegre, locuaz y extrañamente feliz. Dice que su vida ha cambiado porque la decisión del presidente Danilo Medina de construir esa escuela en Hato Damas le dio la oportunidad que ella necesitaba. Algo así como un "relanzamiento" de su vida.
Además, Lely sueña. Sabe que dentro de uno o dos meses la construcción se acaba y sus clientes se irán a otra parte. Pero también sabe que hay una política del gobierno que se llama Tanda Extendida, gracias a la cual los estudiantes desayunan, almuerzan y meriendan en la escuela. Y como sabe todo eso, cuenta que a ella le gustaría conseguir un préstamo que le permita montar una cocina como Dios manda y suplir parte del almuerzo escolar. "Anjá, ¿y por qué no?"
Eso sí, que para lograr ser suplidora tendrá que emplearse a fondo porque el INABIE es muy exigente con la calidad y la preparación de los alimentos que le sirven a los estudiantes en las escuelas públicas.
Esta es la historia de Lely. Nadie sabe si logra su sueño. Seguiremos en contacto con ella.
Lely Bello Lara no estaba haciendo nada cuando se enteró de que comenzarían a construir otra escuela en Hato Damas. Se le prendió un bombillito: porqué no ponerse a cocinar y vender servicios de comida a los obreros de la construcción.
Y en eso anda todavía, gracias a unos pesos que consiguió prestados y que ha ido pagando poco a poco, puntualmente, limpiando el arroz, picando la cebolla, el ajo, el repollo y el tomate, haciendo el escabeche, sazonando la carne, preparando la ensalada y afanando con el fogón. Isabel, su madre, ha sido una gran ayuda para ella.
Hay que decir que la vida que le ha tocado vivir a Lely no ha sido fácil. A los 18 años tuvo que dejar la escuela y lanzarse a trabajar luego que a su padre le atrapara una terrible enfermedad y su madre se dedicara a él por entero.
Tenía dos años que había dejado de trabajar en casas de familia, se mantenía haciendo cositas y ganando chelitos hasta hace diez meses cuando inició la construcción de la Escuela Básica Hato Damas II.
En los primeros meses de la construcción y del negocio, transportaba la comida en el motor de un vecino que no tardó en dañarse y no dar para más. Ahí empezó el calvario de tener que cargar en la cabeza calderos y poncheras toda la comida. De su casa hasta la escuela a pie y bien cargada.
A pesar de este percance, sigue siendo una mujer alegre, locuaz y extrañamente feliz. Dice que su vida ha cambiado porque la decisión del presidente Danilo Medina de construir esa escuela en Hato Damas le dio la oportunidad que ella necesitaba. Algo así como un "relanzamiento" de su vida.
Además, Lely sueña. Sabe que dentro de uno o dos meses la construcción se acaba y sus clientes se irán a otra parte. Pero también sabe que hay una política del gobierno que se llama Tanda Extendida, gracias a la cual los estudiantes desayunan, almuerzan y meriendan en la escuela. Y como sabe todo eso, cuenta que a ella le gustaría conseguir un préstamo que le permita montar una cocina como Dios manda y suplir parte del almuerzo escolar. "Anjá, ¿y por qué no?"
Eso sí, que para lograr ser suplidora tendrá que emplearse a fondo porque el INABIE es muy exigente con la calidad y la preparación de los alimentos que le sirven a los estudiantes en las escuelas públicas.
Esta es la historia de Lely. Nadie sabe si logra su sueño. Seguiremos en contacto con ella.