El diseñador dominicano Martín Polanco sigue cosechando
importantes éxitos en el mundo de la moda y recientemente estuvo por
primera vez en México, donde presentó su colección: El color del ritmo,
en el evento Pasarela Sensation Fashion Style del estado de Puebla.
El periódico El Popular, de Puebla, platicó con el diseñador dominicano, quien acababa de llegar de la ciudad de Nueva York, donde presentó su colección.
“México es una de las plazas más importantes. Hay muchas personas bonitas y felices”.
Polanco atendió el llamado del diario mientras cenaba en un restaurante de comida italiana, junto a su esposa Ana Polanco.
¿Algún día visualizaste tu vida como diseñador? “No, jamás”. A diferencia de otros artistas que “juegan su profesión, cuando sean grandes”. Martín confesó que jugaba poco: “Yo era de los que siempre estaban pensando. Me gustaba la soledad, estar tranquilo”.
El momento de la creación en el diseño fue casualidad. “Nosotros venimos de un lugar humilde”, relató el dominicano. “Yo empecé con mi hermano mayor a vender ropa extranjera. Llegó el momento en que ya no podíamos seguirla vendiendo. Empezamos a ensamblarla, comprar telas y empezar a cortar. El manejo de las combinaciones, los tejidos, gustó a las personas. Después me di cuenta que también a mí me gustaba. Estudié corte y confección en Santo Domingo”.
Al tener otros cursos y su fábrica, estudió en la Escuela de Altos de Chavón, “Es un monte donde te aíslan para que obtengas lo mejor de ti: la energía de trabajar, crear y la musa. Aprendí a descubrir los colores, lo que a las personas les gustaba, que decidían para escoger su vestuario”.
El periódico El Popular, de Puebla, platicó con el diseñador dominicano, quien acababa de llegar de la ciudad de Nueva York, donde presentó su colección.
“México es una de las plazas más importantes. Hay muchas personas bonitas y felices”.
Polanco atendió el llamado del diario mientras cenaba en un restaurante de comida italiana, junto a su esposa Ana Polanco.
¿Algún día visualizaste tu vida como diseñador? “No, jamás”. A diferencia de otros artistas que “juegan su profesión, cuando sean grandes”. Martín confesó que jugaba poco: “Yo era de los que siempre estaban pensando. Me gustaba la soledad, estar tranquilo”.
El momento de la creación en el diseño fue casualidad. “Nosotros venimos de un lugar humilde”, relató el dominicano. “Yo empecé con mi hermano mayor a vender ropa extranjera. Llegó el momento en que ya no podíamos seguirla vendiendo. Empezamos a ensamblarla, comprar telas y empezar a cortar. El manejo de las combinaciones, los tejidos, gustó a las personas. Después me di cuenta que también a mí me gustaba. Estudié corte y confección en Santo Domingo”.
Al tener otros cursos y su fábrica, estudió en la Escuela de Altos de Chavón, “Es un monte donde te aíslan para que obtengas lo mejor de ti: la energía de trabajar, crear y la musa. Aprendí a descubrir los colores, lo que a las personas les gustaba, que decidían para escoger su vestuario”.