Por Miguel Angel Herrera
El espectáculo como tal, se alimenta de fantasías y sueños. En muchas oportunidades esos sueños se convierten en eternas pesadillas que s e encargan para toda la vida.
Los artistas salvo contados excepciones, han sido víctimas de esos sueños y de esos delirios de grandeza que sus managers, seguidores, adulones y lambones, le hacen creer que poseen y que por nada del mundo ese ganado momento de "estelaridad" es eterno.
En la actualidad asistimos a ese mismo espectáculo, con la salvedad que son recursos que se murieron hace bastante tiempo y que no llenan locales de entretenimiento ni convencen a nadie de que ese es el recurso de pegar a un artista.
En la década de los ochenta viajamos prácticamente todos los lanzamientos de grupos que se realizaban alrededor del merengue, no importaba si era en Panamá, Puerto Rico, New York, Los Ángeles o Miami.
Era la fiebre de los lanzamientos y de las estrategias para llegar a ser los mejores, pasándole por encima a Johnny Ventura o a Wilfrido Vargas.
Cuando aparece Juan Luis Guerra, las casas disqueras llegaron casi a exigirles a los grupos, que si no tomaban como parámetro a arrollador y exitoso 440, sus días en el mercado estaban contados. Y como esa era la estrategia todos se fueron por ahí, con la salvedad que ninguno se acercó a Juan Luis.
Después vino el merengue de Puerto Rico y se llevó a todos los grupos dominicanos de encuentro en la vecina isla, tanto así que hasta los discos fueron sacados de la radio para sustituirlos por el merengue que se bailaba y causaba furos en la vecina isla.
Y qué decir de los bachateros. Aquí no hubo tregua. Todos los que iban a Europa rompían récords de asistencia a sus presentaciones.
Nunca llegaban las fotos o los videos de esas presentaciones y todo el mundo se creía el cuento.
Hoy día las cosas no distan mucho de esos recursos ya desgastados y que nadie le presta atención por ser “un recuerdo” que se quiere hacer volver.
Ahora cuando un merenguero de calle compra un vehículo, se hacen reportajes sobre la adquisición del mismo. O cuando un bachatero de octava categoría canta en cualquier sitio en Europa bien con una perorata de su éxito y su “rompió records de asistencia al evento”
Aunque muchos de los “cerebros” que están detrás de estas torpes estrategias no quieren admitir que los éxitos se ganan no se piden. Es igual que el gran aplauso que se pide o la bulla de las mujeres porque la actuación ha sido espectacular.
El recurso del enfrentamiento y las palabras muchas veces ofensivas, no son más que recuerdos de los días de gloria de Jack Veneno y Relámpago Hernández en el anfiestudio de Colorvision.
La aparición de un tema en Billbard es todo un acontecimiento, con la salvedad de que muchas veces en las listas de cien temas aparecen en el lugar 99.
Pero en fin ese es el espectáculo, luces, mentiras, bultos y sobretodo tratar de avasallar al contrario con descalificaciones que a veces resultan necias.
Y al otro día se despiertan con el aguacil y la fuerza pública, que le fueron a quitar su vehículo pro falta de pago…ese es el costo del éxito y aquí no hay sueños….sino realidades.
