Los cantos de sirena han llegado hasta Punta Cana, donde Julio Iglesias afronta un invierno plácido ajeno a todas las polémicas con las que pretenden distraerle.
Entre recital y recital, bucea en los mares de internet buscando algo con lo que entretenerse. Dicen que fue así, por casualidad, como descubrió que en España se especulaba con una relación sentimental que habría mantenido con Makoke.
Un escarceo fechado en los noventa y que el devenir de los acontecimientos televisivos ha devuelto ahora a la actualidad.
Me cuentan que Julio se quedó perplejo al descubrir la magnitud que había tomado el asunto y que no mostró enfado.
Le despertó cierto orgullo que se debatiera con semejante fervor acerca de esa galantería que le ha hecho famoso. Se divirtió, incluso, al saber que se decía que su intención era judicializar la confesión libidinosa. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Julio no solo no ha dado orden a sus abogados para que armen filas, sino que desconoce quién es Makoke.
No tiene recuerdo alguno sobre su persona y confirma que ni siquiera llegó a formar parte de su equipo de trabajo, como se ha sostenido públicamente. Miembros de su entorno más próximo y familiar me aseguran que fue él quien les pidió referencias de su supuesta conquista, como por ejemplo su pasado sentimental y profesional: "No sé quién es esta chica", espetó al conocer su curriculum.
Días más tarde, su esposa Miranda concedía unas declaraciones a la revista del saludo negando la mayor. Ni hubo ni habrá.