Por Jaime Torres Torres
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular
La otrora mega industria, que alcanzó el clímax de su rentabilidad y
negocio en las décadas de 1990 y 2000 con la consolidación de las
grandes corporaciones radiales, como UNO Radio Group y Spanish
Broacasting System (SBS), asiste en 2017 al umbral de su decadencia y
eventual desaparición.
La soga, como versa el trillado adagio, ya corta por la línea más fina: la de las emisoras regionales.
La radio promedio de la región Este, Sur u Oeste, hace malabares para
mantener sus operaciones 24/7. Los ingresos por publicidad continúan
mermando; la facturación durante el pasado año de primarias y elecciones
fue dramáticamente inferior, en comparación con el proceso electoral de
2012.
Y ante el aumento de los costos operaciones [agua potable, energía
eléctrica y mantenimiento a los sistemas de información, transmisores,
microondas y antenas] la emisora promedio hoy –ejemplo: Radio Joe, WMDD,
WALO y la propia WKAQ Univisión Radio- se las ha tenido que ingeniar
para operar con el mínimo de personal y modificando, incluso, el salario
de sus empleados, que ordinariamente tienen que producir, escribir,
contactar fuentes y hacer control.
Sin publicidad, es imposible sostener las emisoras con licencia
comercial. El pastel es pequeño y cada vez se divide en muchas más
partes porque con la radio, además de la televisión, el cine, los
diarios, regionales, revistas especializadas, los grandes escaparates
digitales y vallas publicitarias, ahora compiten Google y redes sociales
como Facebook e Instagram.
El ejecutivo de Nielsen Puerto Rico, Matthew Stalker dijo
recientemente que durante 2016 la industria publicitaria experimentó una
reducción de 6% en inversión en medios.
Desastroso por demás para la radio regional que depende del maltrecho
comercio local, en peligro de extinción en decenas de pueblos por la
presencia de megatiendas cuyas ganancias revierten a sus matrices en
Estados Unidos.
Otra dificultad que en 2017 afrontan las emisoras pequeñas, la mayor
parte en manos de radiodifusores puertorriqueños, es que ante la falta
de ingresos por anuncios no han podido invertir en las nuevas
tecnologías digitales, por lo que se encuentran bastante rezagadas en
una coyuntura empresarial en que la convergencia mediática [frecuencia
AM o FM, muro en Facebook, vídeo en Periscope o Facebook Live, Twitter,
etc.] es imprescindible si se aspira a ofrecer valores añadidos a sus
prospectos.
Tristemente, no pocas dependen de las pautas de los alcaldes que, a
su vez, atraviesan por una situación de estrechez que se agudizará
cuando en el próximo año fiscal entre en vigor la eliminación de los
subsidios gubernamentales.
Además, se afecta también el ejercicio de una prensa libre pues las
emisoras, por temor a perder los auspicios de los ejecutivos
municipales, censuran o coartan el derecho a la libertad de prensa,
poniendo trabas a investigaciones periodísticas y reportajes a fondo.
Ante lo predecible que se han tornado las programaciones y lo
comprometidas que están las líneas editoriales de algunas, una nueva
generación de radioescuchas –los llamados ‘millenials’- vive
desconectada de la radio convencional, optando más por el ‘streaming’ y
aplicaciones como Spotify y Pandora en Internet.
La nueva generación consume información [de lo contrario la campaña
de Alexandra Lúgaro en las redes no hubiera redundado en alrededor de
200 mil votos a su candidatura independiente a la gobernación] pero no
soporta el bombardeo de ‘talk shows’ moderados por letrados metidos a
‘periodistas’ comprometidos ideológicamente con los partidos
tradicionales que degenera en desinformación y desorientación.
Otro talón de Aquiles, tanto en la radio regional como en la
corporativa, es la insistencia en la politiquería, la redundancia, las
agendas, la cacofonía, la superficialidad y la tendencia a que ex
figuras políticas, como el ex gobernador Aníbal Acevedo Vilá, Carlos
Pesquera y otros, se estrenen como analistas políticos en un país
polarizado hasta el tuétano.
Meses atrás eso precisamente detonó en el despido de la veterana
periodista Wilda Rodríguez de WIAC 740 AM justo cuando el ex convicto
Edison Misla Aldarondo compró tiempo en la emisora.
A decir verdad, ya la radio no puede desembolsar los salarios
astronómicos a las personalidades del micrófono que caracterizaron la
llamada ‘marcha de los millones’ en que Funky Joe, El Gángster, El
Molusco, La Burbu y otros personajes negociaron presupuestos cuantiosos
para sus producciones.
Si, por un lado, no pocas emisoras pierden credibilidad y
confiabilidad, pudiendo ofrecer contenidos más refrescantes para
acompañar al Pueblo en la presente crisis, de otro lado tampoco
capitalizan la tradición musical que caracteriza a Puerto Rico.
Así los catálogos de las grandes disqueras son engavetados y
relegados al olvido por los radiodifusores, generalizando una especie de
‘analfabetismo o subdesarrollo’ musical al privar a varias generaciones
de la obra de compositores ilustres como Rafael Hernández, Bobby Capó,
Pedro Flores y Tite Curet Alonso, que el joven promedio desconoce.
Además, la práctica ilícita de la ‘payola’, de repercusión federal, y
el ‘pay to play’ [pagar por tocadas] es real en algunas emisoras, que
incluso condicionan la divulgación de los discos de orquestas
establecidas a ‘intercambios’, como tocar gratis o por una dieta para
los músicos en festivales multitudinarios.
Además, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump proyecta la
eliminación de asignaciones presupuestarias para la Corporation For
Public Broadcasting (CPB), que aporta a las radioemisoras y televisoras
públicas, clasificadas en el renglón de la educación, que será objeto de
una reducción multimillonaria.
Acá se podrían ver muy afectadas Radio Universidad, Católica Radio y
WIPR Radio, cuya nueva gerencia promueve que los productores de
contenidos también incursionen en la venta de anuncios.
En una reciente conversación, el director de Radio Universidad, Dr.
Jimmy Torres, reconoció que ha escuchado rumores de la presunta venta de
la licencia de la estación y que los recortes de Trump acarrearían una
pérdida de $200 mil para el fondo de programación.
Así las cosas el panorama de la radio puertorriqueña luce sombrío.
El consumidor de radio sintoniza las emisoras a través de aplicaciones móviles, como TuneIn.
Cuando el pueblo obtenga acceso gratuito al ‘wi-fi’ [conexión a la
comunicación inalámbrica por Internet] no pocas emisoras desaparecerán
porque se sospecha que la gente buscará otras alternativas, similar a la
televisión por cable y satélite.
Cuando se va la luz o colapsa un trasmisor, la radio puede seguir ‘on line’, con su programación ininterrumpida por Internet.
Asistimos a una revolución sin precedentes de la comunicación que ha
globalizado y socializado la información. Y eso, no a muy largo plazo
según los expertos de Nielsen y eMarketer Digital, desplazará a la radio
y otros medios tradicionales.