Su nombre
–“portunhol” o “portuñol”– resume su identidad: una lengua híbrida que
toma elementos prestados de dos grandes hermanas, el portugués y el
español, que reinan casi con igual poder en las poblaciones de América
del Sur.
Comercio, viajes y turismo obligan: el portuñol está de moda en
el subcontinente. Tiene cada vez más adeptos, a quienes seduce a su
manera –espontáneo, caluroso, creativo-.
No pretende ser una lengua
hecha y derecha. Pero rebajarlo a la categoría de jerigonza sería
demasiado desdeñoso. Es un dialecto salvaje que se inventa día a día al
capricho de los encuentros, la voluntad de intercambio y el deseo de
comunicarse.
El portuñol nació a lo largo del tiempo, como una
herramienta que usan pueblos vecinos de buena ley, en la región conocida
como “la triple frontera” (Argentina, Brasil, Paraguay), alrededor de
las famosas cataratas del Iguazú. Una “lengua de confluencia”, dicen los
expertos, hija natural de la geografía y el negocio, salpicada de
guaraní – la vieja lengua amerindia – y de un poco de inglés. Más al
sur, en los confines del Uruguay y Brasil, se lo llama justamente
“fronterizo”,
allí donde se tocan las ciudades gemelas, Rivera de un
lado, Santana do Livramento del otro, que lo practican desde hace mucho
tiempo.
Este “riverense portuñol” tomó allí forma más
estructurada, al punto que alimentó el trabajo minucioso de los
lingüistas, como lo prueban los cuadros descriptivos. Más allá de las
contingencias fronterizas, el portuñol responde a las ganas de entender y
hacerse entender de todos los que no pueden o no quieren aprender el
idioma del otro. Todos hacen ver que les es familiar, aunque sólo
conozcan de él lo que lo diferencia muy sumariamente de su propia
lengua. En este simulacro para nada pretencioso, fruto de una búsqueda
no consumada de bilingüismo, el portuñol encontró su destino.
Evidentemente, debe su buena suerte a sus dos matrices latinas, tan
cercanas en su sintaxis, su gramática y su vocabulario que se
entremezclan y se hibridan sin esfuerzo. Con su ortografía de fantasía,
su léxico acogedor y su riqueza fonética, el portuñol es un lenguaje
espontáneo que, orgulloso de su libertad, innova y se improvisa en boca
de los hablantes más diversos: hombres de negocios, turistas,
comerciantes, taxistas, vendedores ambulantes e incluso las estrellas
del fútbol latino, campeones sin fronteras. Combina ambas lenguas con
toda libertad: un artículo español precede a un sustantivo portugués, un
verbo portugués rige un complemento español. Para expresarse en
portuñol, un hispanista empieza por reemplazar las “b” por “v”, los “el”
por “o”, etc., y se familiariza con las vocales nasales, inexistentes
en su lengua.
Nacido en la calle, el portuñol engendró un pequeño
movimiento literario que habría fascinado a un Kafka o un Joyce,
atentos a las “lenguas menores”. La obra fundadora, una novela del
brasileño Wilson Bueno (1949-2010), data de 1992. Se titula Mar
paraguayo. Ese libro, observa el filólogo estadounidense John Lipski, es
un relato escrito para “ser leído en voz alta, fácilmente comprensible
por cualquiera que domine el portugués o el español”.
En el
prólogo, el sociólogo argentino Néstor Perlongher subraya: “El efecto
del portuñol, con sus caprichos y sus desvíos, es poético. Hay entre las
dos lenguas una vacilación, una tensión y una oscilación permanentes
–una es “el error” de la otra – en las que todos se vuelve posible e
improbable”.
Wilson tuvo imitadores. El poeta brasileño Douglas
Diegues, 45 años, escribió varios libros en portuñol y fundó una
editorial, Yiyi Jambo, que difunde su lengua predilecta. Otros
escritores brasileños lo acompañan en esta tarea, como Xico Sa o Joca
Terron. Todos privilegian el aspecto lúdico y surrealista de sus
creaciones literarias.
Internet le dio impulso al portuñol. Hay
centenares de sitios en los que escritores publican su prosa. Poemas,
himnos y canciones florecen en portuñol en la red. Una jornada
internacional lo celebra el último viernes de octubre. Sus adeptos
tienen una bandera con la efigie de la cantante de samba luso-brasileña
Carmen Miranda (1909-1955). Su gloriosa madrina es conocida por haber
difundido, sobre todo en Estados Unidos, “un perfecto portuñol”.
Tuvieron su primer congreso en septiembre de 2009 en la ciudad de Río de
Janeiro. El artista uruguayo Diego de los Campos presentó allí su
“máquina de hablar portuñol”, que pronuncia palabras portuguesas y
españolas, mezcladas y remixadas para “reproducir la confusión
lingüística “reinante en la triple frontera”. El portuñol también tiene
enemigos en Brasil, que lamentan la “prostitución” de su lengua o temen
que sea víctima de un “efecto de succión” por parte del español. Por eso
recomiendan desarrollar más el bilingüismo en la escuela.
Traducción: Elisa Carnelli