Se llama de esta manera a cualquier líquido que se bebe, pero en especial a aquellos que poseen propiedades medicinales o a los que se les atribuyen efectos mágicos.
En los antiguos relatos medievales, era frecuente la aparición de una bruja de sonrisa siniestra que removía el contenido hirviente de una olla: estaba confeccionando una poción, entendida como un brebaje de poderes sobrenaturales que podía tornar a un guerrero tan invulnerable como Aquiles, convertirlo en el animal de su preferencia o granjearle el amor de una aldeana o hasta el de una bella princesa.
El filósofo y jurista griego Luciano de Samosata (125-192 d.C.) contaba que cierta vez había recurrido a una bruja de Tesalia para que le preparase una poción que lo convirtiera en pájaro, pero la mujer se había equivocado en la fórmula y lo había transformado en asno, animal que sirvió para saciar a su propietaria, una mujer tan licenciosa como volcánica.
En realidad, a pesar de estas historias, una poción (del latín potionis) no es más que una bebida común, sin poderes mágicos. La propia agua puede ser llamada poción, pues puede ser bebida. Potionis deriva de la palabra, también latina, potare ‘beber’, emparentada con potabilis ‘potable, aquello que se puede beber’, y ambas provienen de la voz griega pótamos ‘río’.
Este último vocablo griego aparece también en otros términos de nuestro lenguaje, tales como hipopótamo, de hyppos ‘caballo’ y pótamos, o sea que, etimológicamente, significa ‘caballo de río’, y Mesopotamia, de mesos ‘medio’ y pótamos. (RS)