La situación se estaría manejando con el llamado “bajo perfil”, para no crear una crísis como ha acontecido con el mercado de tarjeas de crédito en los Estados Unidos.
Sencillamente los tarjetahabientes están teniendo problemas para cumplir con sus pagos y los bancos por su parte están haciendo lo posible para que sus clientes honren sus deudas.
“No es que la gente sea mala paga, pero a muchos deudores se les está haciendo difícil por no decir imposible cumplir con sus pagos, ya sea porque perdieron su empleo o por múltiples razones que les impiden pagar”
Las instituciones del estado que vela por este tipo de actividades, están al tanto de lo que está sucediendo, tanto es así que la Superintendencia de Bancos, ha puesto a disposición del público un departamento de quejas para tratar de paliar la situación que se va extendiendo a todas las instituciones bancarias.
Tan grave sería la situación, que muchos bancos están recurriendo a bufetes de abogados independientes para asistirles en cobros y embargos, ya que las instituciones no dan abasto a través de sus departamentos legales.
Pero aún realizando los trámites para los embargos, el desempeño de estos procesos en la justicia no caminan con la rapidez que se requiere y muchas veces los bienes a embargar se deterioran y deprecian de tal forma que llega un momento en que su valor no es equivalente a las sumas por cobrar.
Hace unos anos, los bancos locales empezaron una competencia, otorgándole al público hasta cuatro y cinco tarjetas de crédito sin verificar que el tarjetahabiente estaba en capacidad de solventar los pagos por esas sumas.
Es así que mucha gente sin posibilidades se le entregaron tarjes de crédito y hoy sencillamente no pueden pagar.
Un abogado consultado explicaba que lo propio sucede con los vehículos que se compran en las llamadas ferias, a los dos o tres meses el adquiriente no tiene las posibilidades de pagar sus cuotas, el vehículo se incauta y el banco tiene en sus carteras muebles e inmuebles que se desvalorizan y son una verdadera carga económica.
En tanto la burbuja de las deudas de público sigue creciendo y nadie está seguro de cuándo podría estallar.