La estética de Pitbull ha evolucionado tanto a lo largo
de su carrera, pasando de las camisetas anchas y el pelo con trencitas
de sus inicios a los pulcros trajes que ha convertido en su sello de
identidad, que a día de hoy cuesta reconocer en él al joven que saltó a
la fama cantando: "Esa hevita está tan linda, está tan rica, tiene
tremendo cu*o".
"Tienen razón, sí
que me vendí. He vendido [todas las entradas para] estadios, arenas...
He vendido un montón de cosas alrededor del mundo", reconoce irónico el
intérprete en una entrevista a Vanity Fair.Aunque haya tenido que
reorientar su estilo musical para llegar a un público más amplio, lo que
no ha cambiado ni un ápice con el paso de los años es el orgullo con el
que Pitbull habla de sus raíces cubanas y de sus humildes orígenes en
un barrio desfavorecido de Miami, que desde su punto de vista le han
ayudado a mantener los pies en la tierra incluso tras convertirse en una
estrella internacional.
"Todos podemos
identificarnos con el sufrimiento y la pobreza. Y cuando consigues salir
de todo eso, aprender a apreciar más a las personas, bien sea a la
gente que limpia tus habitaciones de hotel o la que está en las cocinas.
Mi madre solía dedicarse a eso, mi padre trabajaba en fábricas, hacía
bocadillos y limpiaba zapatos. Esas son las personas a las que quiero",
afirma rotundo.
Ahora el objetivo de Pitbull es
seguir afianzando su imperio y centrarse en la educación de sus
hijos."La vida es corta, quiero poder disfrutar y ver a mis hijos
crecer, y a mis nietos. Quiero sacar partido a los frutos de mi trabajo.
Así que trabajo duro, y aún más duro, y sobre todo lo hago con cabeza.
Me siento muy orgulloso de ser un cubanoamericano de primera generación y
de poder representar a los latinos de todo el mundo. Si no sabes de
dónde vienes, no sabes adónde vas".