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lunes, 2 de abril de 2018

2001: 50años de la odisea de Kubrick

A medio siglo del estreno de la película de Kubrick, su influencia en el cine de ciencia ficción permanece. Fue una película que recaudó 14 veces más de lo que costó y que en dos terceras partes no tenía diálogos.


El 2 de abril de 1968 la oscuridad se apoderaba de una abarrotada sala del cine Loew’s Capitol de Nueva York; todos, expectantes, estaban a minutos de ver el nuevo trabajo de Stanley Kubrick, un realizador que hasta ese entonces tenía un estatus de gran director, gracias a su trabajo en Spartaco, 

Con esos largometrajes, Kubrick había conseguido inquietar y, a la vez, enamorar a la audiencia y crítica de su época con géneros tan distintos. La sala estaba en total silencio, oscura, no se veía dónde empezaban y terminaban las butacas, y de pronto frente a los ojos de los asistentes la imagen de la Tierra se vislumbró, imponente, clara y majestuosa: el planeta ascendía sobre la Luna, mientras que el Sol ascendía a su vez sobre la Tierra, todos en alineación perfecta. 

La composición musical “Así habló Zaratustra” de Richard Strauss, hacía que aquel espectáculo fuera imponente y que los asistentes no necesitaran de tecnologías 3D o 4DX para sentirse inmersos y expuestos ante la profundidad del Universo. Todos esa noche fueron testigos de El amanecer del Hombre, como se le conoce hoy a la parte inicial de la cinta que incluso Kubrick pidió no tuviera créditos iniciales para que la experiencia del público fuera mayor. 

Hoy se cumple medio siglo de que esta epopeya espacial deslumbrara al mundo; de no haber existido esta cinta, el mundo tal vez no conocería lmes como Star Wars Interstellar, Gravity o Encuentros cercanos del tercer tipo. 

Filmar un proyecto tan ambicioso para la época como esta historia espacial parecería un acto suicida, pero para Kubrick tan sólo fue la manera en la que podía saciar su fascinación por la carrera espacial recién iniciada en esos años, así como su interés de mostrar la posibilidad de existencia de vida extraterrestre. Para lograrlo, el realizador estadouniudense se unió al escritor Arthur C. Clarke, quien unos años antes había publicado un cuento corto llama