El segundo juicio por molestias sexuales contra el actor cómico estadounidense Bill Cosby, el primero de la era #MeToo, tuvo hoy un inicio tormentoso.
Cuando llegaba al tribunal de Norristown, en Pennsylvania, una manifestante en topless lo abordó y le hizo pasar un mal momento. Poco después, cuando ingresó al recinto, un miembro del jurado lo miró y le susurró a otro: "pienso que es culpable". El otrora "padre bueno" de la televisiva familia Robinson (The Cosby Show) se presentó hoy junto a su vocero, Andrew Watt, pero el proceso se retrasó porque el juez Stephen O'Neill se encerró en un recinto con el jurado "culpador" para llamarlo al orden y establecer las reglas de imparcialidad.
Cosby, de 80 años, vivió su apogeo artístico hace treinta años, cuando de algún modo quebró el tabú racial en la televisión con su show en capítulos que relataba las aventuras cómicas de una familia negra. La acusación por la que hoy regresó a los tribunales se refiere a la agresión de quien sostiene haber sido su víctima en 2004: la ex empleada de la Temple University, Andrea Constand.
Son cincuenta mujeres las que acusan a Cosby de molestias sexuales a partir de los años sesenta, desde estrellas clase B a otras de primer nivel como la otrora top Beverly Johnson. Sin embargo, hasta el momento, solo Constand logró llevarlo a juicio. El nuevo procedimiento se abre en un clima cultural y social muy distinto del primero, que finalizó en un impasse en junio del año pasado, cuando el jurado no logró ponerse de acuerdo sobre el veredicto.
El punto de inflexión fue el escándalo que involucró al ex creador de Miramax, el productor de Hollywood Harvey Weinstein.