La selección de los candidatos de los partidos políticos tiene importantes consecuencias sobre la salud de la democracia y el fortalecimiento del estado de la nación. De ahí la necesidad de establecer reglamentaciones claras sobre este tema, puesto que la decisión de dejarlo al libre albedrío de las instituciones políticas, ha tenido resultados positivos y negativos, casi en la misma medida.
El concepto de primarias -definidas como las elecciones que permiten la designación de un candidato de un partido político, previo a la elección general- inicia en las primeras décadas del siglo XX, de la mano del partido progresista de los Estados Unidos, liderado entonces por Theodore Roosevelt y por Robert La Follette, entonces gobernador de Wisconsin. Se trató de un movimiento que pretendía quitar a los jefes del partido el poder exclusivo de la nominación de los candidatos.
Cien años después, aún se discute en el ámbito académico y político-partidario, cuál es el modelo idóneo para la elección de los candidatos internos de los partidos políticos. Los modelos en cuestión son: las primarias cerradas, que permiten participar sólo a los miembros de un partido político; las primarias abiertas, que permiten a todos los electores registrados participar de las elecciones internas, incluyendo a los miembros de otros partidos; las primarias semicerradas, que permite la participación en las internas sólo a los que no son miembros de partido alguno y; las primarias semiabiertas, que permite a los votantes participar en cualquier primaria, pero solo en las de un partido.