El popular locutor, que se le había escurrido a la pobreza extrema, rompió estereotipos y debutó como empresario exitoso de la radio y la televisión, nunca abandonó la sencillez ni solidaridad con los barrios y artistas empobrecidos amigos.
Por Tony Pérez
Una generación solo conoció al presentador Rafael Corporán de los Santos a través de su televisual kilométrico de variedades Sábado de Corporán (1988-2012), por Color Visión, 9. El nivel de visibilización era alto, la TV estaba de moda.
Las ocurrencias publicitarias, según le atribuían otros, son memorables, y aún objeto de risas en corrillos de los medios. Se le llegó a atribuirle frases como las siguientes:
¡Bon, el único helado que explota! O cuando se ausentó la publicidad de Seven Up (¡Apaga la sed a punto!) y llegó la competencia, se inventó: ¡Sprite, el único refresco que sabe a Seven Up! O la otra: ¡El único detergente que te hace Axe! O sobre un jugo que los promotores trataban de posicionar en las mentes de los consumidores: ¡El único jugo que le da una pela a sus hijos: Tang”.
En realidad Corporán de los Santos comentaba entre sus amigos que la mayoría de esas frases fueron inventos de personas a las cuales él no les simpatizaba.
Al margen de esas afirmaciones, lo cierto es que sus eslóganes tenían de fondo una vibrante música con la trompeta como protagonista y al cierre de sus verbalizaciones, sin faltar el… ¡Ayyyyyyyyyy!
Pero su popular programa era mucho más que esas salidas con frases estrambóticas, como era mucho más su rutina de radiodifusor de primera línea que sucedió a su rol de conductor del espacio radiofónico Gozando con Producciones Corporán.
Era sagaz, dueño de un instinto comercial inagotable y de una pasión por competir que a ratos parecía rayar en la obsesión.
Al mediodía de cada sábado arrancaba con su propuesta salpicada de música, temas sociales, entrevistas, debates, concursos, actos de solidaridad con suburbios y personas empobrecidas sin que faltaran sus ocurrencias esculpidas en los barrios capitalinos que le parieron y refrescantes salidas durante la jornada de las Corporets, jóvenes bailarinas con vestimentas sugerentes. Terminaba a las seis cuando comenzaba “La hora estelar”, con un artista invitado.
Era sagaz, dueño de un instinto comercial inagotable y de una pasión por competir que a ratos parecía rayar en la obsesión. No fue fortuito el lema hecho jingle “El Sábado es de Corporán”. Temprano había descubierto que la mañana de ese día estaba huérfana de una buena propuesta televisual, y se adueñó de ella con “Sábado Chiquito de Corporán”, hecho por niños para niños.
Exitoso y archiconocido por sus propuestas televisuales sabatinas orientadas más a las clases baja y media, pero su “niña mimada” fue siempre Radio Popular (1976) en los 950 Khz amplitud modulada.
Fue la matriz de impactantes producciones, como “Cien canciones y un millón de recuerdos”, “Tócalo tú mismo” y, sobre todo Noticiario Popular, informativo que puso en antena para competir con Radio Mil Informando (de Radio Mil) y Noti Tiempo (Radio Comercial), los dos líderes de la información radiofónica.
No fueron fortuitas las contrataciones de los locutores noticiosos de Radio Mil Informando Fernando Valerio, Wilfredo Muñoz y José Bejarán, junto a quienes leí noticias por años (Valerio y Muñoz han fallecido).
Y de voces que identificaban a Noti Tiempo como Reynaldo Balcacer y Johnny Díaz (f), Magaly y Norma Santana. Aunque desde el nacimiento del noticiario contó con voces de alto nivel como las de Pedro Pérez Vargas, Jorge Herrera y Wilfredo Alemany (f), luego Francis Javier, Félix Nova, Víctor Gómez y Juan Francisco Verdía, mi excompañero de HIZ Informativa. Y directores de noticias como Radhamés Gómez Pepín, Bienvenido Álvarez Vega y Juan Bolívar Díaz.
Mi primer encuentro con él fue a finales de los 90 del siglo pasado en su despacho de la empresa radiofónica. Yo había renunciado a inicios de diciembre de 1997 como director de noticias (de Prensa, dicen) y locutor de Radio Mil Informando.
La reunión fue precedida de una llamada telefónica mañanera de la reconocida periodista Dania Goris, quien era su amiga y había sido directora del noticiario.
Tras un saludo cercano, me informó: “Corporán quiere reunirse contigo para ver si acuerdan que le dirijas el noticiario”. Motu proprio me dejó consejos invaluables sobre la calidad humana así como el temperamento y el carácter del hombre con quien interactuaría.
Al día siguiente, él y yo estábamos frente a frente, en sus oficinas de la calle Charles Summer, edificio Corporán (hoy sede del ente estatal Proconsumidor). Había llegado una hora antes de la cita, y eso me permitió estudiar un poco el ambiente. Noticiario Popular, edición mediodía, estaba en el aire con la locución de Víctor Gómez y Eduardo Santana, también voz en off de Sábado de Corporán.
Un lugar limpio con espacios bien distribuidos. Había un cruceteo de locutores, periodistas, administrativos, personal de las producciones televisuales, incluyendo Corporecitas (del infantil) y las Corporet (bailarinas jóvenes).
Mientras esperaba, se agitó el movimiento de empleados. Una doña conserje susurró: ¡Corre, ya viene el jefe, limpia eso, limpia ese cristal, pon eso en orden…”.
Efectivamente, llegó él, celoso con su empresa, preguntando por esto y aquello, y seguido me mandó a llamar para entrar a su despacho.
Se quitó la chaqueta azul-verdoso, quedándose en camisa blanca con corbata azul oscuro. Pidió café para los dos y comenzó a hablar como si nos conociéramos muchos años antes.
Con su estilo campechano me comentó que conocía de mi trabajo en Radio Mil Informando y le interesaba relanzar Noticiario Popular. Se quejó de que no escatimaba esfuerzos para innovar sin conseguir los resultados esperados. Se refirió al Departamento de Prensa de RP, de los locutores, tecnología disponible, de sus unidades móviles únicas en el mercado pero sin uso. Me adelantó que quería verlas cada día instaladas en los barrios para escuchar a las voces de los comunitarios.
Refirió sus vaivenes en la vida de pobreza extrema, de su madre sacrificada, de su limpiabotas y otros oficios; sobre sus hijos, en especial de la hembra Christianne, quien trabajaba con él. De doña Cheíta, su asistente, de salario y perspectivas…
Con una risa socarrona, comentó orgulloso: “Mira, dicen por ahí que soy analfabeto, que no sé de nada, y es verdad, yo no pude estudiar, pero tengo los cuartos y las ideas y solo tengo que darle a este botoncito (lo mostró, debajo de la tapa de su escritorio) y decirle a Chea: Llámame a fulano… Y así consigo a los mejores profesionales, mira tú ta aquí… Mira mis empresas”. Volvió a reír y leyó unas ideas publicitarias que había escrito a bolígrafo “porque tengo muchas ideas, muchas”.
Al final, acepté su oferta con la condición de que permitiera realizar el trabajo sin intervención de terceros para revertir decisiones de carácter organizacional adoptadas conforme sus requerimientos. Y acogió la idea sin rechistar.
Así que acordamos día de inicio y nos despedimos. En el pasillo me encontré con el destacado periodista Nelson Guillén, íntimo amigo suyo.
El espigado profesional había sido director del noticiario (luego alcalde de San Cristóbal, como lo había sido años antes Corporán, en época del caudillo Balaguer (1990-1994). Tras preguntarme por el motivo de la visita, resaltó, como Dania Goris, la gran calidad humana del empresario, pero me alertó su carácter cambiante. Periodista y locutores amigos me advirtieron que él era un ser humano excepcional, pero capaz de variar en un minuto algo que ha sido planeado y funciona bien.
Seis meses después, él repetía su orgullo por el trabajo “que hace ese muchahito ahí, el departamento está sedita”.
Ciertamente, funcionaba estable, con el noticiario al día en todas sus emisiones y boletines. La emisora era potente y contaba con una cadena de estaciones que garantizaban cobertura nacional con fidelidad. La red de corresponsales fue reforzada con talentos de la academia y se le orientó con base en el rigor informativo, el interés social y la ética. Igual el Departamento de Prensa, que fue balanceado con periodistas como Daniel Martich, Anibelca Rosario, Camilo Javier, quienes apoyaron a Carlos Corporán, Félix Núñez y otros.
En poco tiempo pusimos en funcionamiento, por primera vez en la radio nacional, la lectura de noticias en pantalla (radiopronter). Los periodistas escribían sus historias en la sala de redacción y la dirección las enviaba electrónicamente hasta las computadoras instaladas en la cabina o locutorio. Con el sistema computarizado, el papel quedaba sepultado para siempre en Noticiario Popular.
Había armonía Dirección-periodistas-locutores. Los corresponsables en todo el país estaban activos y adiestrados para servir a tiempo información de primera en formato de radio; los periodistas, también. Noticiario Popular seguía fuerte en el gusto popular.
Una tarde, Corporán de los Santos, después de repetir que se sentía orgulloso sobre los avances logrados, me planteó que una vez yo salía de la emisora, había periodistas que se “alebrecaban” y actuaban “a la libre“.
Como solución propuso que me mudara desde SDE a un apartamento suyo en un residencial al lado de la empresa, en el ensanche Carmelita, D.N., porque “tú vives lejos, de aquel lado del río y quiero que estés siempre cerca”.
Le repliqué que era imposible en tanto vivía en mi propia casa. Expliqué que llegaba a la emisora en la madrugada y salía en la tarde además de dar seguimiento 24/7 a la producción. Precisé que esa no era la solución a conatos de indisciplina esperables, pues, el departamento debía fluir aunque los ejecutivos no vigilaran.
Par de meses más tarde, la misma historia. Y mi respuesta fue una carta de despedida amigable que él no quería aceptar.
Seis meses después, otra llamada de una asistente para convocarme a una reunión una mañana en su espaciosa residencia de la calle Rojas Alou, sector Costa Azul, en el suroeste de la ciudad, a pocos pasos de la avenida George Washington (malecón). Ese día varios hombres esperaban en las afueras a la esperar de verle para recibir ayuda.
Ya adentro, este hombre de fenotipo negro, 5.8 pies de estatura, salió en short blancos, franela de mangas y sandalias. Pidió a su esposa Grissel, excantante de las Chicán (Adalgisa Báez Serrano), que llevara café o “un trago, si desea”. Me presentó a su hijo pequeño Ángel Luis, que jugueteaba en el patio.
Se excusó y, con lágrimas visibles, pidió que regresara al noticiario porque todo se había alborotado otra vez. Ofertó un aumento de hasta 10 mil pesos. Y regresé.
Meses después remarcó la alegría por el éxito de la gestión, pero “quiero que dejes cualquier otro trabajo y te quedas solo con nosotros”.
Le advertí que era profesor por concurso en la Escuela de Comunicación de la UASD y reportajista del periódico HOY, sin compromiso en la sala de redacción, por tanto era imposible dejar esos trabajos, a menos que su empresa garantizara bajo contrato los beneficios de jubilación, seguro médico e ingresos mensuales. Reculó. “Sigamos así, mejor”, acotó. Pero no tardaría en volver y una otra vez sobre el tema, siempre amable. Ante su carácter voluble, preferí armar bártulo y marcharme.
Corporán de los Santos me pareció empático, sencillo y con unas agallas gigantes para competir en el mercado. Nunca escatimó esfuerzos para consolidar su emisora en el gusto de los públicos.
Privado de instrucción formal, él se le zafó a la miseria y se hizo empresario, pero sin levitar, ni negar errores personales y sobresaltos políticos. Sin olvidar jamás su origen, sobre todo la valentía y perseverancia de su madre, quien –como él repetía a menudo- lavando y vendiendo dulce de coco seco le crio, mientras su hijo salía cada día con su limpiabotas al hombro, descalzo, sin camisa y pantalón raído, a dar canillas para ayudarle con los cheles ganados.
Hasta poco antes de su muerte, el 5 de marzo de 2012, 74 años, ya sin la riqueza económica que tantos “amigos” le sumó (en 2007 había vendido el edificio Corporán al Estado por RD$43 MM) y con la salud diezmada, mantuvo sus carcajadas roncas tras contar cada una de sus historias, su agradecimiento a quienes le ayudaron a levantarse de las cenizas y la solidaridad permanente con los pobres y amigos de infancia, incluyendo cantantes de renombre a quienes auxilió siempre.