Murió -y sigue siendo considerada a día de hoy- como una de las
mujeres más sensuales del siglo XX, icono de la belleza pícara y
curvilínea.
Pero incluso mitos así tienden a agrietarse y no ser
respetados con el tiempo. La autopsia de Marilyn Monroe
se había guardado todos estos años en un preceptivo secreto
profesional, pero ahora sus artífices revelan en un libro de próxima
publicación titulado Pardon My Hearse que la icónica rubia del cine murió físicamente destrozada, de una sobredosis de Nembutal estirada bocabajo en su cama.
Algunos
de estos detalles que rodearon a la muerte de la icónica actriz ya los
conocíamos. Pero otros -aunque pudieran imaginarse por su desordenada y
solitaria vida en sus últimos años cuando su único contacto humano
pendía del hilo telefónico de su psiquiatra Dr. Ralph Greenson-
se desempolvan ahora. Sin duda un oportunismo que hace replantearse el
derecho de estos profesionales a profanar la memoria e imagen que dejó
en este mundo Norma Jean.
Monroe fue encontrada sin teñir su rubia melena desde hacía semanas, sin depilar, sin dientes
-usaba pese a tener solo treinta años una dentadura postiza- y con el
cuello amoratado e hinchado, según ha relatado los operarios Alan Abbott
y Ron Hast -enterradores de las estrellas de Hollywood-. Según relatan.
No pudieron casi reconocer que el cuerpo que yacía maltrecho, desnudo y
envejecido era el de la increíble Norma Jeane Mortenson. Aunque el
estado de un fallecido siempre depara rasgos y sorpresas desagradables,
para estos profesionales lo inquietante del caso era más el estado de
dejadez de una mujer guapa, exitosa, con miles de admiradores y muy
presumida como ella. Tampoco había rastro -siguiendo detalles de
exclusiva que recoge el diario Daily Mail sobre la morbosa
publicación- de ese cuerpo curvado y majestuoso que había hecho suspirar
a medio Hollywood y medio mundo. La autopsia descubrió que, en
realidad, Norma Jean usaba prótesis mamarias para acrecentar sus senos
que, de por sí, eran más bien discretos.