La
discusión para buscar un nombre al mal llamado “merengue de calle” ha
vuelto a ocupar grandes espacios en los medios de comunicación. Desde
hace tres años hemos venido planteando la necesidad de bautizar este
“mambo sin norte” para evitar, sobretodo, que las futuras generaciones
pierdan el concepto real de lo que es nuestra música autóctona.
Reconocidos
músicos han aportado opiniones encontradas dilucidando si lo que se
hace hoy día es merengue. Por considerarlo actual y oportuno expongo lo
que escribí en Septiembre del 2007 que conserva una afortunada
vigencia.
Desde
hace un tiempo son nimias las transformaciones que ha sufrido nuestro
ritmo vernáculo. Los cambios más visibles vienen dado por un maquillaje
de primera mano realizado por grandes músicos con un amplísimo dominio
armónico, pero respetando la esencia básica. Personajes que en base a
estudios rigurosos colocan sus capacidades al servicio de un género que
debería tener mejor suerte.