Roberto Gómez Bolaños, “Chespirito”, es el creador del clásico mexicano “El Chavo del 8”, programa que divirtió a la audiencia por más de dos décadas pero que no estuvo exento de problemas.
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En la bonita vecindad del Chavo cobraron vida una serie de personajes que se convertirían en verdaderos íconos de la TV.
Conocido como Chespirito, Roberto Gómez Bolaños -quien este año celebra 4 décadas de vida artística- ganó popularidad gracias a sus guiones y libretos para radionovelas, programas de TV y cortos en el cine, pero fueron los personajes que creó para “El Chavo del 8” los verdaderos responsables de su fama.
A fines de los 60 estrenó sus dos primeras series: “El ciudadano Gómez” y “Los supergenios de la mesa cuadrada”, donde trabajó con Rubén Aguirre, Ramón Valdés y María Antonieta de las Nieves. Ahí comenzaron a gestarse personajes como El Profesor Jirafales (Aguirre), con sus característicos puros, sombrero y bigotes; el doctor Chapatín, con su bolsa de papel, lentes y bufanda roja; y don Ramón, un ebrio muy exagerado para reír.
Pronto Gómez Bolaños crearía a Chespirito (haciendo honor a su sobrenombre), el Chómpiras, el Chapulín Colorado y El Chavo del 8 (1971-1992); un espacio humorístico dirigido al público adulto y protagonizado por adultos que interpretaban niños. El Chavo (Gómez Bolaños) era un huérfano de ocho años que pasaba su tiempo en un barril y siempre creaba problemas. Con frases como “es que no me tienen paciencia”, “fue sin querer queriendo” o “bueno, pero no te enojes”, el Chavo conquistó al público y se mantuvo al aire por más de dos décadas, logrando una audiencia promedio de 350 millones de personas por semana, durante su mejor época.
En la vecindad –donde transcurría la acción- conocimos a la Chilindrina (María Antonieta de las Nieves), la niña pecosa y llorona que vivía con su padre, el malhumorado Don Ramón (Ramón Valdés) a quien todo le salía mal; al Profesor Jirafales (Rubén Aguirre); a su eterna enamorada Doña Florinda (Florinda Meza), que siempre llevaba tubos en la cabeza, le pegaba a Don Ramón sin motivo alguno y defendía a su insoportable pero divertido hijo Quico (Carlos Villagrán, que también era “Don Federico”, el difunto padre de Quico); a Doña Clotilde o “la Bruja del 71” (Angelines Fernández); al señor Barriga (Edgar Vivar) que cobraba la renta; y a Godínez (Horacio Gómez Bolaños).
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Algunos aseguran que los conflictos en el set comenzaron con la relación amorosa entre Roberto Gómez Bolaños y Florinda Meza.
Rápidamente, El Chavo del 8 se convirtió en la serie número 1 de la televisión humorística latina y sus personajes en verdaderos íconos de la TV, pero junto con la fama llegaron los problemas. Algunos aseguran que todo comenzó en 1972, con la relación romántica entre Gómez Bolaños y Meza -a quien algunos catalogan de ambiciosa y manipuladora-, otros dicen que Chespirito estaba celoso de Villagrán porque Quico había logrado opacar a el Chavo -palabras de Villagrán en uno de los documentales sobre El Chavo del 8-, a lo que sumaban la antigua relación entre Villagrán y Meza. Lo cierto es los conflictos detrás de cámaras recién comenzaban.
María Antonieta fue la primera en partir a otro programa, por lo que la Chilindrina fue reemplazada temporalmente por la Popis (Meza) hasta su regreso, un año más tarde. Luego, la serie tuvo que enfrentar la censura y discriminación de los gobiernos hispanos y, más tarde, Villagrán y Valdés también dejarían el elenco. En la vecindad, las ausencias se justificaron diciendo que Quico se había ido a vivir con una tía adinerada y que don Ramón había partido a hacer fortuna; mientras que Doña Nieves (María Antonieta) se mudaba con la Chilindrina, Popis y el gordito Ñoño (Edgar Vivar) cobraban protagonismo y Jaimito el cartero (Raúl “Chato” Padilla) se unía al elenco. Aunque las cosas habían cambiado, Chespirito seguía siendo un grande de la TV.
Pero sin duda el mayor problema entre los actores llegarían cuando Villagrán quiso adjudicarse la autoría de Quico -un derecho que claramente pertenecía a Chespirito-, desatando una batalla legal que terminó a su favor gracias a un par de cambios mínimos en el vestuario y en el nombre del luego renombrado: “Kiko”.
Algo similar sucedería con María Antonieta quien, con permiso de Gómez Bolaños continuó interpretando a la Chilindrina en otros programas, aunque el Chavo ya había terminado. En 1995, aprovechando que Gómez Bolaños había olvidado renovar los títulos de propiedad de sus personajes, María Antonieta registró a la Chilindrina como creación suya y el 2002, cuando el hijo de Gómez Bolaños fue a renovar los derechos de autor de su padre, se encontró con la sorpresa y se dio inicio a una nueva batalla legal, que se extendería hasta 2005. Los problemas continuarían y en 2010 Bolaños volvería a demandar, esta vez por uso indebido del personaje.