Desde que el Gobierno dominicano inició las medidas de restricciones para evitar la propagación del COVID-19 han pasado casi once meses y en ese tiempo hay una serie de actividades que nunca han podido operar, ni entrar en las “flexibilizaciones” dispuestas.
Entre ellas están los cines, los teatros, las discotecas, y los espacios en los que se realizan conciertos para multitudes.
Tampoco se ha abierto espacio para los deportes con asistencia de público. En el caso del recién finalizado torneo invernal de pelota, varias veces se permitió la entrada de algunos invitados. Pero se trató de un número muy mínimo, casí insignificante. Tampoco han estado en operación plena los car wash o lavaderos de autos que tienen como complemento terrazas para la recreación, baile y consumo de alcohol.
Los denominados “colmadones”, si bien se ha visto a algunos repletos de personas en distintos puntos del país, y sin respeto de las medidas de distanciamiento físico y uso de mascarillas, lo han hecho al margen de las normas dictadas. Lo propio ha ocurrido con las bodas. Se han realizado varias, que han reunido a grandes grupos de invitados, sin que el país haya dado “paso abierto” a ese tipo de eventos. A las galleras tampoco se les ha dado el “bueno y válido” para funcionar. Eso no ha logrado evitar que algunas hayan tenido que ser intervenidas por las autoridades, por actuar “contra ley.”











