por Cholo Brenes
Ayer nos visitaba Carlos interesado en que tanto Randhy como yo
dirigiéramos su carrera, pero vaya sorpresa nos llevamos, el joven vino
con sus pasos “definidos” a través de los consejos de su madre, el
hermano y amiguitos del barrio.
Después de escucharlo hablar durante
cinco minutos nos dimos cuenta que no se podía hacer nada. Lo atendimos
de forma educada y concluimos que era muy difícil manejarlo por la
complicación que éste nos acarrearía.Siempre es difícil trabajar con personas y más cuando
piensan que son autosuficientes. Este es uno de los graves males por el
cual atraviesa el arte dominicano. En otros países, como Puerto Rico,
por poner un ejemplo, no dan esa brega.
Tal vez por que se preparan, muchos de ellos estudian o son egresados del conservatorio.
Los nuestros buscan como camino a seguir la universidades de
música como Berkeley y todos sabemos lo que esto cuesta. Es un sueño
entre miles y miles de aspirantes, la gran mayoría sin preparación
básica. Gabriel pudo llegar, tiene talento, pero este estaba soportado
por el dinero de su padre. La universidad y el conservatorio los prepara
para hablar el lenguaje de las blancas y las negras, pero no determina
su futuro necesariamente como artista.
La diferencia entre nosotros y el resto del mercado, en
materia de desarrollo y manejo es abismal. No somos todos los que nos
hacemos llamar managers que tienemos la visión acertada para llevar a
nuestro artista por la constante del crecimiento, lamentablemente algunos que conocemos solo se la pasan en hablar puros disparates, fumar puros y chocar copas en cocteles.
Es aun peor, muchos se han convertido en haz de coro
(lacayos o lambones) de los artistas que representan. Por miedo de
perder un sueldo pírrico traducido en un porcentaje minúsculo de show
son capaces de soportar cuantas metidas de pata hace un artista por
falta de gerencia. No son capaces de llamar a su artista a capítulo y
con dos cocotazos enderezarle la puntería, otro al conjunto de esto solo
tienen cuartos suyos o de un jodedor y solo eso tienen.
Muchos cuartos y de esto no saben ni pepino.
Por esta razón entonces pregúntese, de 1999 para acá
¿Cuántos merengueros o artistas dominicanos han firmado con alguna
disquera multinacional, cuántos se han presentado o han entrado a los
mercados como figura estelar en conciertos de Viña del mar, El Norte,
Este y Sur de Europa (que no sean a dominicanos), en Rusia, Asia o tan
solo ¿Cuántos de ellos (salvo JLG, Royce y Romeo) son de clase mundial?
Quien nos conoce, tanto a mí, como la escuela de la generación añeja,
como a Randhy, de la nueva, sabe que no toleramos pendejadas de ningún
representado.
Nuestro trabajo es guiarlos por el camino del crecimiento y
llevarlo a su máximo esplendor. Nuestras decisiones de negocio no tienen
ni deben por qué agradarles o gustarles a su mami, a su papi o al dueño
del colmado de su barrio.
Hacemos cuanto ajuste sea necesario para extraer el oro del
barro. Cada día nos enfocamos en el siguiente nivel y cómo podemos hacer
a nuestro artista mejor. Nuestros hechos en 47 años de trayectoria
están ahí y son indiscutibles.
Cuando un artista llega a nosotros con su propia concepción,
errada desde luego, y todo su “plan de desarrollo”, si se nos hace
inviable convencerlo pues desestimamos ese proyecto.
Uno debe alejarse de las personas así, pues roban tiempo,
hacen perder dinero a sus inversores y consumen energía valiosa que
puede ser inyectada en alguien dispuesto a dejarse manejar. Ese tipo de
artista los consideramos de alto riesgo, pues de hacer lo que él cree y
no lo que sabemos que debemos hacer puede dañar todo el prestigio
anteriormente logrado al cabo de estos años.