New York - Resumen de AGENCIAS - En los años transcurridos entre dos pandemias letales, la mal llamada gripe española y el COVID-19, el mundo ha aprendido sobre virus, curó varias enfermedades, elaboró vacunas eficaces, desarrolló formas de comunicación instantánea y creó complejas redes de salud pública.
Pero aquí estamos de nuevo, enmascarados. E incapaces de aplastar a una insidiosa y sin embargo evitable enfermedad infecciosa antes de que mate a cientos de miles de personas.
Como en 1918, la gente vuelve a escuchar garantías vacías incompatibles con la realidad de hospitales y morgues llenas mientras sus cuentas bancarias se vacían. El viejo remedio de la cuarentena está de vuelta. Y también los de los curanderos: Restriéguense cebolla cruda por el pecho, decían en 1918. ¿Qué tal desinfectante en vena ahora?, sugirió el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, provocando suspiros en lugar de las risas que pretendía arrancar con lo que intentó hacer pasar, sin mucho éxito, por una broma.
En 1918 nadie tenía una vacuna, tratamiento o cura para la gran pandemia de gripe que arrasó el mundo y mató a más de 50 millones de personas. Nadie tiene nada eso tampoco para el coronavirus.
La ciencia moderna ha identificado rápidamente el nuevo coronavirus, mapeó su código genético y desarrolló una prueba diagnóstica, aprovechando los conocimientos de 1918. Esto ha dado a la gente una mayor oportunidad de mantenerse lejos del peligro, al menos en los países que implementaron los tests rápido, algo que Estados Unidos no hizo.