Cherito Jiménez, que ayer murió a los 50 años de edad, fue un niño privilegiado. Además del talento que heredó, tuvo la dicha de pertenecer a una familia culta. Su abuelo fue el poeta y escritor José Jiménez Belén, uno de los primeros cronistas de arte del país, y su padre, Chery Jiménez, uno de los principales precursores del merengue en Nueva York, además de músico, empresario artístico y creador de The New York Band.
Desde muy pequeño, Cherito se inclinó por la música, estudió piano, bajo profesores particulares en Nueva York, en donde fue a residir tras graduarse de bachiller.
Nace el artista
Desde muy joven Cherito tuvo muy claro su propósito como artista. Cuando era líder de The New York Band y con apenas 23 años se refirió al deseo que tenía de aportar en la música. “Antes de yo morir tengo que haber hecho aportes importantes para la música, especialmente para la música de mi país. Yo quiero que a mí se me respete como artista y que se me recuerde siempre por la obra que haya hecho”, dijo en enero de 1992 al desaparecido periódico El Siglo.
Y con el pasar de los años cumplió su promesa porque desde el primer instante que la banda irrumpió en el medio se convirtió en un referente de un nuevo merengue, con un concepto que representaba la juventud de la época que residía en Nueva York.
La historia comienza con el trabajo de su padre Chery Jiménez (co-fundador de las agrupaciones musicales Los Beduinos, Los Hijos del Rey y The New York Band). Según lo relatado por Jiménez, el grupo se forma a instancia de Wilfrido Vargas en 1986.
El nombre The New York Band surge de una conversación entre él y Wilfrido e inicia como parte de la Corporación Wilfrido Vargas.
Con el merengue “Colé” (“Mamá no quiere que yo colé”), en voz de Magda Like, se registró la primera pegada de la entonces joven orquesta.