Santo Domingo.- Ese nombre -J. Armando
Bermúdez- ha llegado ya a su cuarta generación en más de l60 años de
historia. Y cuando se le agrega el “ceporá” para hacerlo una razón
social, se convierte en uno de los más antiguos y prestigiosos emporios
licoreros nacionales.
Pero Poppy es uno solo, casi sinónimo de su apellido, una leyenda
andante, una figura ejemplar, compañero de sus trabajadores,
caballeroso, generoso con los demás, de trato delicado y finos modales,
un hombre culto, lector apasionado y amante de los deportes y de las
bellas artes.
Difícilmente aparezca en el país otro empresario de la versatilidad de Poppy Bermúdez.
Incursiona en la educación, la salud, la agropecuaria, la
conservación, la comunicación, el transporte aéreo, la aeroportuaria, el
turismo, la fabricación de licores, la televisión, la radio, la banca,
los deportes, la cultura… Y todo lo hace con pasión, le da seguimiento y
le dedica tiempo.
Su labor es continua, se desplaza a la capital varias veces a la
semana si se lo exigen los compromisos empresariales o sociales, pero
nunca ha abandonado Santiago, su ciudad natal, a la que dedica sus
mayores esfuerzos.
Poppy comenzó a trabajar desde que era prácticamente un imberbe,
asistiendo a las oficinas de la Casa Bermúdez en horas de la tarde como
“mensajerito”, mientras en las mañanas iba al colegio La Salle. Luego
hizo los estudios secundarios en el liceo Ulises Francisco Espaillat.
Sus primeras enseñanzas escolares las recibió en una escuelita particular de las hermanas Santaella y de la familia Lee.