Su proceder ante ciertos temas se interpreta como una falta de firmeza y coraje, lo que genera dudas
El principal problema que afronta en estos días el expresidente Leonel Fernández es un déficit de confianza entre sus potenciales favorecedores, acerca de su verdadera determinación de echar la pelea frente a la reelección, en cualquier escenario.
Aunque esa consideración no ha sido investigada en el mercado electoral por firmas acreditadas, consultas entre personas con vocación a apoyar una potencial candidatura de Fernández, indican que las dudas sobre la firmeza de su decisión son más que acentuadas.
Esa percepción genera en parte de su auditorio un estado de incertidumbre que a decir de muchos reduce el sentido de firme adhesión que reclama una propuesta al interior de una agrupación política en el poder.
La gente se basa en la flema con que se ha manejado el expresidente ante situaciones verdaderamente dramáticas, como el complot mediante el cual fue asociado a tratativas con el narcotraficante Ernesto Quirino Castillo, quien retornó al país bajo el manto de la protección del poder.
Para sus parciales aquello constituyó una grave desconsideración que ameritaba una respuesta más contundente, persuadidos de que la aparición de Castillo estuvo dirigida a disminuir su potencial como aspirante a la candidatura del Partido de la Liberación Dominicana (PLD).
Ya había soportado la campaña que lo responsabilizaba del déficit fiscal y por un supuesto deterioro de las finanzas públicas, agrietado por el nivel de deuda recibido por el presidente Medina, lo que fue prácticamente oficializado por el entonces ministro de Economía Temístocles Montás.
El otro proceso referido a su comportamiento parsimonioso fue la forma en que aceptó la imposición de la reforma constitucional de 2015.