El amplio horizonte político que tenía Leonel Fernández en octubre de 2017, cuando le advertí que el danilismo estaba en reelección y no lo aceptaría como candidato presidencial del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y debía romper, se va estrechando cada día y se acerca a la hora más difícil para su pervivencia como líder de esa organización.
Tendrá que escoger entre ser subalterno y no aspirar a regresar al poder, o marcharse del PLD como llegó: con una mano delante y la otra detrás, no por comodidad, sino porque tendrá que hacer como el último califa de Granada...
Realmente me compadezco de Leonel porque hasta hoy no ha demostrado que sea el tipo de líder ideal para vencer dificultades de la dimensión de las que tiene al frente, aunque no lo sepa.
El futuro inmediato del PLD se define con la selección de la candidatura presidencial.
Leonel la quiere y la busca por otros ocho años para completar veinte, pero el presidente Danilo Medina no lo acepta a él como su sustituto en el poder y sus razones son obvias y los motivos múltiples.
La encrucijada
Leonel ha dicho públicamente que aspira a volver a ser el Presidente por el voto popular y yo voy para dos años diciendo lo que el presidente Danilo no ha expresado con palabras: ¡Él, Danilo, lo obstruirá porque buscará la reelección precisamente porque Leonel quiere regresar!
Dos gallos (Danilo y Leonel) encerrados en un rejón (PLD) con una sola gallina para copularla (Presidencia de la República), da pleito por todos los lados. ¡Ah! Para pelear se necesitan dos gallos, muy cierto y nadie debe olvidarlo.
Invariablemente, Leonel viene asegurando, desde diciembre de 2017, que quienes incitan (se refiere a mí, nadie hablaba de esto entonces) una división en el PLD, se quedarán esperando porque “el partido irá unido a las elecciones y ganará en la primera vuelta”.
La última vez que lo dijo fue en el mitin del 5 de mayo, donde reunió a cuchumiles de sus seguidores, y cuando los más aguerridos esperaban un discurso de confrontación a la reelección y de ¡militantes a luchar!, hizo un sermón de garantía de unidad, de concordia, digno de un concierto de ratones para comerciantes dormilones que olvidan que dejaron el refrigerador abierto y los roedores se darían banquete con el queso.