‘The New York Times’, que viene a ser la referencia periodística de la izquierda moderada en Estados Unidos, pedía el viernes, en un bien argumentado editorial, que Joseph Biden se retire de la carrera electoral y deje paso a otro candidato del Partido Demócrata que esté en mejores condiciones para derrotar a Donald Trump.
Y son muchos los dirigentes y simpatizantes demócratas que, después del desastroso debate del jueves, creen que Biden tiene que retirarse. Pero lo que llama la atención es que casi ninguno aboga por la candidatura de quien, en principio, por escalafón, sería el sustituto más natural del presidente: la vicepresidenta, Kamala Harris.
Es cierto que en un primer mandato presidencial, los vicepresidentes no suelen brillar; se procura que no brillen, no sea que les dé por hacerle sombra al presidente. Pero si el partido confió en Harris para ser vicepresidenta, ¿no debería considerarla una buena opción para competir por la presidencia?
Pues parece que no, Harris tiene pocas simpatías entre los suyos. Dicen que en la campaña de 2020, cuando iba de segunda con Biden, lo hizo mal; que no levanta pasiones en los mítines; que algunas tareas que le ha encomendado Biden, sobre la inmigración, por ejemplo, no las ha llevado bien.
En fin que casi nadie la ve como una candidata con posibilidades. Pero, por otra parte, Harris es una fiscal experimentada, con conocimientos jurídicos y capaz de argumentar racionalmente con contundencia y claridad.
¿No es eso lo que hace falta para desmontar las falacias y la irracionalidad de un personaje como Trump? No sé qué harán al final los demócratas, pero desde esta lejana Europa uno piensa que ver a una mujer negra cantándole las cuarenta al ogro del racismo y del machismo sería, para empezar, un espectáculo gratificante. Y si Kamala Harris ganase, ¿por qué no?, sería además todo un hito, se convertiría en la primera mujer desempeñando la presidencia de Estados Unidos. ¿No valdría la pena intentarlo?
