Podemos y los separatistas presionaron al Gobierno, el Gobierno presionó al Rey, el Rey trasladó las presiones a su padre y Don Juan Carlos tomó su propia decisión: no abandonaría el Palacio de La Zarzuela, como Pedro Sánchez pedía, sino que se iría de España por un tiempo sin definir. Este es el resumen de los acontecimientos que desencadenaron la salida forzada de Don Juan Carlos el pasado domingo y que han desatado una tormenta de consecuencias impredecibles.
La crisis se desató el pasado 14 de marzo, cuando un diario británico trató de implicar al Rey en unas fundaciones supuestamente opacas de Don Juan Carlos. En un gesto sin precedentes y que muchos consideraron excesivamente duro en aquel
momento, Don Felipe hizo un exhaustivo comunicado en el que anunció, entre otras medidas, que renunciaba a la herencia de fondos poco transparentes y retiraba la asignación anual a su padre.
Las voces de los socios
Nunca antes una institución española había reaccionado con tanta contundencia ante un comportamiento sospechoso. El Rey se había adelantado a la opinión pública al actuar antes de que nadie se lo pidiera, y el Gobierno, que conocía con antelación la reacción de Don Felipe, aplaudió su decisión. Todo parecía indicar que la situación estaba siendo reconducida con éxito, aunque cada vez sonaban con más fuerza las voces de los socios de Pedro Sánchez.
Republicanos y separatistas habían encontrado, por fin, el argumento que llevaban esperando desde hacía 40 años: una grieta que les permitiera socavar la Monarquía por su lado más frágil.