Una mañana reciente, nublada, con llovizna, amaneció para dar este paseo triste, este recorrido infame por grises y silenciosos hitos del dolor humano presentes en los cementerios de Madrid: cuatro tumbas de cuatro dictadores extranjeros.
En medio del ruido por la exhumación y el traslado de los restos de Francisco Franco, otros cuatro sátrapas duermen en la capital de España su sueño de los injustos, que quién sabe cómo será, si remordido o ufano hasta el más allá.
Cada uno acabó en España de diferente modo –uno de ellos, Trujillo, llegó ya en el féretro– pero por el mismo motivo: por gracia del caudillo español, quien “desde que se quedó aislado después de la Segunda Guerra Mundial tendió a buscar aliados y apoyos donde fuera.
Al aparatoso mausoleo negro del cuarto tirano extranjero en Madrid, Rafael Leónidas Trujillo, tirano de la República Dominicana durante 30 años, no se podía acceder en vísperas de la exhumación de Franco. Está en el cementerio de El Pardo-Mingorrubio y la policía nacional impedía el paso por los preparativos para recibir allí los restos del dictador español.
Trujillo murió en 1961 cuando su coche fue acribillado en una carretera dominicana. Estuvo enterrado en su país hasta que su familia, por miedo a profanaciones, optó por enviar sus restos al cementerio de Père-Lachaise en París, donde reposó a escasos metros de la tumba de Beethoven.
Finalmente, el féretro de Trujillo llegó a España en 1970 para acompañar en el panteón a su hijo Ramfis, que se había muerto unos meses antes al estrellarse en su deportivo. El historiador dominicano Juan Daniel Balcácer encuentra perfectamente congruente que la saga de los Trujillo terminase en suelo español bajo el manto protector del franquismo: “Las relaciones de Trujillo con Franco fueron sobremanera cordiales y de mutua colaboración en múltiples aspectos”, explica. “Ambos fueron férreos dictadores, de formación pretoriana, y tuvieron en común el fervor católico y el anticomunismo”.
Ahora Franco y Trujillo descansarán juntos. No estarán lejos Pavelic, Batista y Pérez Jiménez. La internacional de sátrapas de los camposantos de Madrid.
Acoger gente de su órbita ideológica era una forma de tratar de ganarse cierta legitimidad exterior”, explica Juan Carlos Pereira, historiador de la Universidad Complutense. Así que ahí están estas cuatro tumbas que el común de la gente desconoce que yazcan en España con toda su carga ominosa.