La derrota de Leonel Fernández en las primarias abiertas del 6 de octubre para escoger al candidato presidencial del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) parece pintada y nadie me va a convencer, hasta verlo, de que él se dejará contar los votos para caer vencido ante el novicio Gonzalo Castillo que respalda Danilo Medina y la mayoría de los líderes de esa organización política.
El derrumbe moral del leonelismo no tendrá madre porque al día de hoy Leonel está convencido de que puede “vencer al poder, a la arrogancia” y a la mayoría de los dirigentes del PLD, que a ritmo creciente van manifestando su respaldo a Gonzalo, que es el candidato del danilismo.
Dio pena y vergüenza ajena ver a Leonel hablando en un acto en el Club del Legislador donde recibió el apoyo del presidente de la Comisión de Energía del PLD, avemaría, (¿qué piensan esos genios de los apagones, del precio de Punta Catalina y de las bombillas malas que están en el mercado?) mientras más de 20 senadores expresaban, en ese mismo momento, su respaldo a Gonzalo Castillo como candidato del partido morado al grito de sangre nueva.
Fue, sencillamente, penoso. Un harakiri político inmerecido, propio de un dirigente que se siente ya haciendo aleteos de vencido, aunque no lo reconozca y retrase la opción de pactar su rendición, incluso para que uno de los suyos sea el candidato vicepresidencial por si se cae el helicóptero o se aparece un cáncer.
Leonel está recurriendo con una frecuencia inusitada a invocar “al pueblo” para que lo ayude a neutralizar al Estado como si él hubiese pensado en ese apacible rebaño cuando le estaba entregando las empresas de CORDE, el CEA y la CDE a los oligarcas nacionales y extranjeros en consonancia con el Consenso de Washington y la ola neoliberal que exportaba el capitalismo.
Ya es tarde tío. Te has granjeado un apetito insaciable de poder que no te permitirá Danilo y gran parte del país que no quiere mesías predestinados y por el contrario, ansía ver nuevas caras y proyectos políticos.
Si no lo saben yo se lo digo con franqueza: Este país está harto de lo mismo. Quiere caras nuevas y aceptaría incluso a corruptos y desengaños nuevos, pero no enemas del pasado que han probado que no tienen límites en su afán de acumular dinero y poder para molestar y acumular, y acumular, y acumular, y molestar.