Se lo conoce como el Concierto de la Terraza a aquel en el que los Beatles tocaron en vivo por última vez. Pero hoy, también, podrían rememorarse los cincuenta años del día en que los londinenses miraron para arriba y soportaron la tortícolis con una sonrisa en la cara.
Los Beatles atravesaban una gran crisis interna. Sus caminos estaban empezando a separarse. La relación entre ellos era tensa. El éxito (y el crecimiento) les estaba pasando factura. Los equilibrios internos se habían evaporado y parecía que, a esa altura, era imposible recuperarlos. A principios de 1969 se encontraron en los estudios de Twickenham para grabar un nuevo disco. Una vez más deseaban virar la nave. No se estancaban jamás. Si venían de la experimentación y la variedad del Álbum blanco, editado unos pocos meses antes, ahora querían volver a las raíces.
La historia de Los Beatles podría contarse centrándose en la lucha del grupo por cambiar de rumbo, por alejarse de lo que habían llegado a dominar. Los Beatles se habían convertido en artistas de estudio. Y contra eso querían batallar. Se habían propuesto demostrar que podían tocar sin toda la parafernalia con la que George Martin, su productor, traducía sus deseos.
Por algo eran los artistas más grandes del planeta. Ellos también podían rockear, hacer canciones directas, sin la magia del estudio. Como los Rolling Stones o como The Who. Canciones más directas en las que su habilidad como intérpretes quedara expuesta, que no existiera posibilidad de camuflarse tras efectos, invenciones y descubrimientos. Un equipo de filmación seguiría todos sus pasos para registrar en un documental el proceso de creación del nuevo álbum. El proyecto (el disco y la película) tenía por título "Get Back", la canción compuesta por Paul que sería el centro del LP.