La muerte de Fidel Castro que tantas veces se anunció en falso en los
últimos años es cierta esta vez, y la marcha del líder revolucionario
empieza a calar en una Cuba de duelo en la que por nueve días las notas
del son cubano permanecerán mudas, cerradas las botellas de ron y
enlutadas las banderas.
Ha transcurrido un día y medio desde que el presidente cubano, Raúl
Castro, anunció al filo de la medianoche la muerte de su hermano mayor, y
la extraña calma que se vivió en las horas posteriores de la noticia
porque muchos cubanos estaban durmiendo ha dado paso a la vertiginosa
preparación de los fastos fúnebres.
Superado el estupor inicial en una isla que llegó a creer que Fidel
era inmortal, fotografías del barbado comandante fallecido a los 90 años
en La Habana -aún no queda claro si en su casa o en un hospital-
empiezan a aparecer en balcones, negocios y fachadas, al igual que
banderas cubanas con crespones negros.