Tras 25 años al frente de uno de los programas estrella de la televisión estadounidense, Larry King confesó que le hubiera gustado entrevistar a personajes que "escribieron la historia, que salieron a buscar respuestas"
El periodista abrió por primera vez las puertas de su mansión en Beverly Hills a la revista ¡Hola! y conversó, junto con su esposa y sus dos hijos, "como jamás lo hizo, sobre el futuro, el amor y la vida".
Aseguró que haber dejado Larry King Live, el programa en el que trabajó durante tantos años, no significa que se haya retirado de la profesión. "Me fui porque quería pasar más tiempo con mis hijos, con mi esposa, con mi familia. Nunca dije que me retiraba. Todo cuanto hice fue dejar un puesto. Yo no puedo estar sin hacer nada", sostuvo.
Durante el reportaje, King recordó un interesante pasaje de su vida: el día que conoció a John Fitzgerald Kennedy, al chocar contra su coche en Palm Beach cuando sólo tenía 22 años. "Él era senador. Se bajó del auto, le pedí disculpas y me dijo: «'No se preocupe, venga aquí con sus amigos y levanten la mano derecha. Voy a presentarme para presidente; juren que me van a votar»", narró.
De todos los jefes de Estado que reporteó a lo largo de sus 55 años de profesión, el veterano periodista destacó a Bill Clinton, "porque es robusto al hablar, entusiasta e inteligente". Y añadió: "George Bush padre era maravilloso, afectuoso. Su hijo tenía momentos en que se iluminaba, pero en general era normal. [Jimmy] Carter era muy inteligente e intenso. A [Richard] Nixon lo admiraba por su mente, pero sufría de paranoia y [Gerald] Ford era un buen tipo", reveló.
Del actual presidente estadounidense, Barack Obama, aseguró: "Es tan brillante que ni siquiera sé con qué título describirlo". Y añadió: "Es un ser totalmente pleno de sí mismo, tiene absoluta fe y posee un exceso de seguridad".
Un voluminoso dossier con documentos del 
Cuenta la historia que había un hombre llamado lázaro que mendigaba, lleno de lepra frente a la puerta de un hombre rico, que anhelaba saciar su hambre con las migajas que de la mesa del hombre rico se escapaban, todos los perros del vecindario lamían sus llagas, y el pobre hombre pacientemente lo soportaba.
