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viernes, 20 de julio de 2018

La tragedia que rodea a los miembros de Locomía

Las muertes súbitas y cercanas en el tiempo suelen ser el origen de las leyendas negras. 

En el rock, por ejemplo, existe lo que se conoce como la maldición de los Ramones: entre abril de 2001 y septiembre de 2004 fallecieron tres de los fundadores de la que está considerada como la primera banda punk de Nueva York: Joey Ramone a causa de un linfoma, Dee Dee Ramone de una sobredosis de heroína y Johnny Ramone por un cáncer de próstata. El epílogo de esta historia trágica fue el fallecimiento en 2011 del último componente original de la banda, el batería Tommy Ramone, afectado por un cáncer de los conductos biliares. Fue todo tan rápido que parecía guionizado por un dios malvado.
En el caso de Locomía sería apresurado hablar de maldición, pero el fallecimiento de dos de los componentes de la banda ibicenca en el periodo escaso de un mes -Santos Blanco el 15 de junio y Frank Romero este lunes- podría llevar a pensar que se trata de una fea broma del destino, sobre todo porque, a diferencia de Ramones -un grupo entregado a la mala vida-, tanto uno como otro eran hombres aún jóvenes, sin ningún problema de salud aparente. La muerte de Santos fue natural, en un albergue de Gijón, durante sus horas de sueño; la de Frank, por culpa de una bacteria cerebral de acción fulminante.
Santos y Frank nunca coincidieron en Locomía ni compartieron escenario, porque el famoso cuarteto de animación y música dance jamás tuvo una formación estable, así que lo único que les unía era la marca -seguramente, una de las cimas del kitsch español de los 90- y el popular manejo de los abanicos, que fue el gesto de marca de Locomía en sus conciertos y las apariciones en televisión. Santos Blanco había sido la última incorporación de la primera formación de Locomía, la que conoció el éxito veloz con los dos primeros discos, Taiyo (Hispavox, 1989) y Loco Vox (Hispavox, 1991), mientras que Frank se incorporó a la banda un año después, cuando los productores cambiaron el elenco por completo para Party Time (Hispavox, 1992), el tercer disco.

Originalmente, Locomía había sido un grupo de animación surgido de la escena de discotecas de Ibiza, que en 1984 estaba configurándose como un centro importante del ocio vacacional y cultural en aquella década, un periodo intermedio que hizo de bisagra entre la era hippie de los 70 -la de las fiestas Flower Power de Pachá- y el boom del acid house y la invasión de turistas ingleses de finales de los 80. La primera formación -Xavier Font, Luis Font, Gard Passchier y Manuel Arjona- no tenía un repertorio musical asignado, y su identidad estaba construida a partir de la imagen: ropa estrafalaria con volutas, gabardinas con chorreras, maquillaje abundante, joyería exagerada y tintes de pelo llamativos. Pero a partir de 1989, con un nuevo cambio en la formación -Carlos Armas y Juan Antonio Fuentes sustituyeron a Passchier y Font-, comenzó el camino al éxito.

Detrás del primer disco de Locomía estaban dos productores veteranos de la música para discotecas de los 80: Pedro Vidal -quien había escrito en 1984 la canción Fotonovela, popularizada por Iván, el mayor éxito internacional de la música disco al estilo italiano hecho en España- y Cristóbal Sansano, que años después trabajaría en los primeros éxitos de Mónica Naranjo. La idea era reunir la estética estrafalaria, heredada del glam y de los new romantics, con la vitalidad musical de la Ibiza de los 80, y así Locomía apareció como una versión prefabricada de bandas inglesascomo Adam & The Ants o Culture Club, pero con ritmos de house, popmediterráneo e italodisco. En lo esencial, eran una boyband -como New Kids on the Block o Parchís-, pero con una evidente imaginería gay e inspirada en los movimientos de las go-gós de discotecas de Ibiza como KU o Amnesia.

Santos Blanco entró en Locomía cuando el éxito del primer cuarteto ya estaba consumado. De hecho, su incorporación fue la cuarta, en el lugar de Juan Antonio Fuentes, en un momento en el que el único componente original que quedaba era Manuel Arjona. Santos entró para cubrir una plaza vacante antes de emprender una gira por Sudamérica, y estuvo poco menos de un año. Sin embargo, su imagen se hizo icónica, al ser el primer rubio -natural, no teñido- de Locomía. En 1993, el cuarteto se renovó con la entrada de cuatro nuevos componentes, entre ellos Frank Romero, conocido por posar en las fotos con una mirada directa al objetivo de la cámara, casi tan intensa como la Blue Steel de Derek Zoolander. La fama de Locomía por entonces ya había decaído en España, aunque se ha mantenido en otros países de habla hispana hasta la actualidad. Locomía ha cambiado de equipos y orientaciones artísticas durante dos décadas, pero sigue siendo un proyecto en activo, involucrado en giras, espectáculos de animación y colaboraciones con marcas comerciales.

Sin embargo, lo que más se recuerda fue su sorprendente aparición en televisión en 1989, con el primer single, Locomía, y su coreografía casi acrobática en la que lo más sorprendente era el manejo de abanicos gigantes. En aquella época se podía decir que algo había sido suficientemente impactante y popular si Martes y Trece hacían una parodia en alguno de sus especiales de fin de año, y Locomía no se libró del homenaje en un gag en el que Millán Salcedo, caracterizado como la profesora de aeróbic Eva Nasarre, dirigía unos delirantes ejercicios de mantenimiento físico ("metiendo la femoral, expandiendo el glande, arriba mariquita") y proponía dos dietas: "judías con chorizo, no lo comía, gambas al ajillo, lo comía", mientras José María Yuste manejaba con ágil movimiento de muñeca unos abanicos invisibles.

No todos los números de Locomía tenían que ver con los abanicos, sin embargo. En algunos vídeos aparecían vestidos de negro y blanco, como si fueran modelos de Armani, y como formación pop tenían más que ver con una encarnación precedente de bandas prefabricadas como Il Divo que con los bailes de go-gós en las peanas de las discotecas de la costa. Pero son los abanicos los que cimentaron una imagen y una fama perdurable que es la que hace que las súbitas muertes de Santos y Frank se perciban, no como sucesos accidentales, sino como una gran pérdida para toda una generación.