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lunes, 29 de mayo de 2017

La radio aprieta el botón del pánico...La hora cero llegó para la radio puertorriqueña.

Por Jaime Torres Torres
Para Fundación Nacional para la Cultura Popular

La otrora mega industria, que alcanzó el clímax de su rentabilidad y negocio en las décadas de 1990 y 2000 con la consolidación de las grandes corporaciones radiales, como UNO Radio Group y Spanish Broacasting System (SBS), asiste en 2017 al umbral de su decadencia y eventual desaparición.

La soga, como versa el trillado adagio, ya corta por la línea más fina: la de las emisoras regionales.

La radio promedio de la región Este, Sur u Oeste, hace malabares para mantener sus operaciones 24/7. Los ingresos por publicidad continúan mermando; la facturación durante el pasado año de primarias y elecciones fue dramáticamente inferior, en comparación con el proceso electoral de 2012.

Y ante el aumento de los costos operaciones [agua potable, energía eléctrica y mantenimiento a los sistemas de información, transmisores, microondas y antenas] la emisora promedio hoy –ejemplo: Radio Joe, WMDD, WALO y la propia WKAQ Univisión Radio- se las ha tenido que ingeniar para operar con el mínimo de personal y modificando, incluso, el salario de sus empleados, que ordinariamente tienen que producir, escribir, contactar fuentes y hacer control.

Sin publicidad, es imposible sostener las emisoras con licencia comercial. El pastel es pequeño y cada vez se divide en muchas más partes porque con la radio, además de la televisión, el cine, los diarios, regionales, revistas especializadas, los grandes escaparates digitales y vallas publicitarias, ahora compiten Google y redes sociales como Facebook e Instagram.
 
El ejecutivo de Nielsen Puerto Rico, Matthew Stalker dijo recientemente que durante 2016 la industria publicitaria experimentó una reducción de 6% en inversión en medios.

Desastroso por demás para la radio regional que depende del maltrecho comercio local, en peligro de extinción en decenas de pueblos por la presencia de megatiendas cuyas ganancias revierten a sus matrices en Estados Unidos.

Otra dificultad que en 2017 afrontan las emisoras pequeñas, la mayor parte en manos de radiodifusores puertorriqueños, es que ante la falta de ingresos por anuncios no han podido invertir en las nuevas tecnologías digitales, por lo que se encuentran bastante rezagadas en una coyuntura empresarial en que la convergencia mediática [frecuencia AM o FM, muro en Facebook, vídeo en Periscope o Facebook Live, Twitter, etc.] es imprescindible si se aspira a ofrecer valores añadidos a sus prospectos.

Tristemente, no pocas dependen de las pautas de los alcaldes que, a su vez, atraviesan por una situación de estrechez que se agudizará cuando en el próximo año fiscal entre en vigor la eliminación de los subsidios gubernamentales.

Además, se afecta también el ejercicio de una prensa libre pues las emisoras, por temor a perder los auspicios de los ejecutivos municipales, censuran o coartan el derecho a la libertad de prensa, poniendo trabas a investigaciones periodísticas y reportajes a fondo.

Ante lo predecible que se han tornado las programaciones y lo comprometidas que están las líneas editoriales de algunas, una nueva generación de radioescuchas –los llamados ‘millenials’- vive desconectada de la radio convencional, optando más por el ‘streaming’ y aplicaciones como Spotify y Pandora en Internet.

La nueva generación consume información [de lo contrario la campaña de Alexandra Lúgaro en las redes no hubiera redundado en alrededor de 200 mil votos a su candidatura independiente a la gobernación] pero no soporta el bombardeo de ‘talk shows’ moderados por letrados metidos a ‘periodistas’ comprometidos ideológicamente con los partidos tradicionales que degenera en desinformación y desorientación.

Otro talón de Aquiles, tanto en la radio regional como en la corporativa, es la insistencia en la politiquería, la redundancia, las agendas, la cacofonía, la superficialidad y la tendencia a que ex figuras políticas, como el ex gobernador Aníbal Acevedo Vilá, Carlos Pesquera y otros, se estrenen como analistas políticos en un país polarizado hasta el tuétano.

Meses atrás eso precisamente detonó en el despido de la veterana periodista Wilda Rodríguez de WIAC 740 AM justo cuando el ex convicto Edison Misla Aldarondo compró tiempo en la emisora.

A decir verdad, ya la radio no puede desembolsar los salarios astronómicos a las personalidades del micrófono que caracterizaron la llamada ‘marcha de los millones’ en que Funky Joe, El Gángster, El Molusco, La Burbu y otros personajes negociaron presupuestos cuantiosos para sus producciones.

Si, por un lado, no pocas emisoras pierden credibilidad y confiabilidad, pudiendo ofrecer contenidos más refrescantes para acompañar al Pueblo en la presente crisis, de otro lado tampoco capitalizan la tradición musical que caracteriza a Puerto Rico.

Así los catálogos de las grandes disqueras son engavetados y relegados al olvido por los radiodifusores, generalizando una especie de ‘analfabetismo o subdesarrollo’ musical al privar a varias generaciones de la obra de compositores ilustres como Rafael Hernández, Bobby Capó, Pedro Flores y Tite Curet Alonso, que el joven promedio desconoce.

Además, la práctica ilícita de la ‘payola’, de repercusión federal, y el ‘pay to play’ [pagar por tocadas] es real en algunas emisoras, que incluso condicionan la divulgación de los discos de orquestas establecidas a ‘intercambios’, como tocar gratis o por una dieta para los músicos en festivales multitudinarios.

Además, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump proyecta la eliminación de asignaciones presupuestarias para la Corporation For Public Broadcasting (CPB), que aporta a las radioemisoras y televisoras públicas, clasificadas en el renglón de la educación, que será objeto de una reducción multimillonaria.

Acá se podrían ver muy afectadas Radio Universidad, Católica Radio y WIPR Radio, cuya nueva gerencia promueve que los productores de contenidos también incursionen en la venta de anuncios.

En una reciente conversación, el director de Radio Universidad, Dr. Jimmy Torres, reconoció que ha escuchado rumores de la presunta venta de la licencia de la estación y que los recortes de Trump acarrearían una pérdida de $200 mil para el fondo de programación.

Así las cosas el panorama de la radio puertorriqueña luce sombrío.
El consumidor de radio sintoniza las emisoras a través de aplicaciones móviles, como TuneIn.

Cuando el pueblo obtenga acceso gratuito al ‘wi-fi’ [conexión a la comunicación inalámbrica por Internet] no pocas emisoras desaparecerán porque se sospecha que la gente buscará otras alternativas, similar a la televisión por cable y satélite.

Cuando se va la luz o colapsa un trasmisor, la radio puede seguir ‘on line’, con su programación ininterrumpida por Internet.

Asistimos a una revolución sin precedentes de la comunicación que ha globalizado y socializado la información. Y eso, no a muy largo plazo según los expertos de Nielsen y eMarketer Digital, desplazará a la radio y otros medios tradicionales.