Por Miguel Melenciano
En un espectáculo para la Salsa y la música Urbana, se le dio santa sepultura al señor Merengue.
En un espectáculo para la Salsa y la música Urbana, se le dio santa sepultura al señor Merengue.
El hecho ocurrió el sábado 20 del mes de julio en el estadio Félix Sánchez, ubicado a pocos metros del Cementerio Nacional de la Máximo Gómez, para que el Don no tuviese que ir lejanamente a su definitiva morada.
A los actos litúrgicos asistieron, ciertos bachateros iniciadores del movimiento de la música de amargue en República Dominicana, a los cuales no se le dio mucho tiempo para que se despidieran del difunto, pues solo se les permitió, despedirse con dos temas musicales y, a uno de los más reciente en este género, un solo tema musical.
Las familias que fueron a darle el ultimo adió al finado Don Merengue, como los bachateros y los merengueros -estos últimos- familia cercana del extinto, le dieron su oportunidad de despedirlo al inicio del velorio, pues los momentos más estelares de la despedida, estaba reservada a los apellidos de abolengos: Salseros, Urbanos, Reguetoneros, Demboseros, Raperos, etc.
Salseros, apellidos extranjeros, que fue asumido por una familia dominicana que anteriormente se apellidaba merengue, la cual se ha destacado en los últimos tiempos, compartió un poco de estelaridad en los actos litúrgicos con los urbanos, familia que a su llegada al país, nadie quería saber de ella, mucho menos juntarse con esta claque.
Comentarios se dejan escuchar, de que el entierro de Don Merengue, realizado por la familia Urbanos, ante la vista de millares de parroquianos, y con una exigua representación de la familiar más cercana del muerto, es una venganza, por el maltrato y discriminación que sufrieron por parte de esta "casta" durante largo tiempo, obligándolo a trajinar underground (debajo de la tierra).
La cosa no se queda ahí, la familia urbano, invitó sus familiares residentes en el extranjero, para que vieran con sus propios ojos, que el apellido Merengue iba en extinción, y que ya, no tenían que preocuparse de la competencia en las labores musicales, pues se quedaron con el negocio.
Dicen las malas lenguas, que la familia Merengue se durmió en sus laureles, se quedó en el pasado, desvirtuó su apellido, no se renovó con los nuevos tiempos, no invirtió en su salud, se quedó en el ámbito local, y algunos invirtieron su dinero en un negocio que no conocían, dejándole el campo abierto a los apellidos Urbano y sus descendencias.
Que en Paz descanse señor Merengue, esperamos que lo pocos familiares que le quedan se vean en su espejo y recapaciten, porque si no, en poco tiempo dejará de existir el apellido, convirtiéndose entonces en parte de la historia, como ritmo musical autóctono dominicano.
