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miércoles, 8 de agosto de 2012

La encrucijada de Acroarte y los riesgos de elegir otro nombre para su premio


Por José Tejada Gómez
JOSE TEJADA GOMEZ
El nombre Premios Casandra concluye un ciclo, Acroarte que pudo haber hecho valer su derecho sobre el nombre no lo usará más, pero tampoco otras personas o entidades, ni siquiera los familiares de Casandra Damirón, podrán hacer uso del mismo.
Por un cruce de intereses económicos, mas que artístico y de producción, el nombre Premios Casandra desaparece del mercado, y con ello La Soberana pierde un estandarte de ponderación y valoración eterna de su obra artística.
Pero la sepultura del nombre Premios Casandra no es enteramente responsabilidad de Acroarte, sino de los familiares de ésta. Lo que ha hecho Acroarte es desistir del uso del mismo, convencidos sus miembros que no es elegante insistir reconocer a alguien fallecido cuyos familiares vivos no quieren.
Acroarte podría demostrar en el plano judicial su derecho sobre el nombre Premios Casandra, pero de todo modo ello no detendría las quejas y objeciones de los hijos de La Soberana. Eso daría pies a posibles ofensas publicas que no merece Acroarte y menos los hijos de Casandra Damirón. Lo ideal y apropiado, entonces, fue hacer lo que se hizo en la asamblea del 7 de agosto del 2012 , desistir de usar el nombre, aunque ello no indica que se haya renunciado a la propiedad del mismo.
 El resultado es lamentable, Generaciones de jóvenes supieron de la existencia de Casandra Damirón que por 28 años exaltaba su nombre. Tal fue la dimensión alcanzada, La Soberama adquirió una proyección emblemática para  los dominicanos. Como un artista nunca se sepulta, el retiro del nombre no es una sepultura de la Soberana, su obra siempre resplandecerá, pero no brillará igual. Lo veremos en el futuro.
¿Qué hubiese ocurrido con la proyección si 28 años atrás no surge Acroarte y pone el nombre de ella como estandarte del premio? Probablemente su figura hubiese quedado opacada como la de otras tantas figuras del arte que no tuvieron la misma suerte de ella.
¿Ha sido atinada la decisión de los hijos de la artista en solicitar 28 años después que Acroarte descontinúe de usar el nombre? En mi lógica esa ha sido una decisión errónea, que partió de motivaciones económicas más que artísticas, inyectada por impulsos emotivos y temperamentales, que al fin al cabo afectará más a una gloria del arte que a quienes en vida se atribuyen con justo derecho la potestad de actuar en su nombre
Entre el pasado y el futuro.
Cerrado ese siglo corresponde entonces a Acroarte aprender la lección, mirar hacia el futuro con un sentido más institucional y formal. Por esa falta rigor institucional, por inexperiencia muchas veces, Acroarte que con entusiasmo puso nombre de Casandra Damirón, a lo que se llamó “Premios Casandra” fue perdiendo el control del mismo.
El primer error fue dejar a versiones sueltas, no verificada, de directivos que gestaron esa entidad que el nombre habría sido registrado. Que tal o cual ex presidente tenían en su poder el registro “Premios Casandra”, hasta que un día se sorprende a Acroarte que Cervecería Nacional Dominicana lo había registrado en su nombre. La empresa actuó de esa manera por el temor de que a una premiación, a la que habría aportado tanto para colocarla en el sitial que estaba, Acroarte optara por buscar otro patrocinador, como le había ocurrido con otros importantes eventos.
Al impasse por el nombre con la casa patrocinadora se llegó a una salida salomónica de viabilizar un registro en el que se contemplara la cotitularidad y que ha estado rigiendo en los últimos 10 años. Pero en ese proceso Acroarte perdió la mitad del derecho de propiedad, aunque si consolidó la confianza de Cervecería Nacional Dominicana en invertir en su producción.
El otro elemento, como lección aprendida, por lo que acaba de ocurrir, es haberle puesto el nombre de una persona a la premiación. Lo que pasó pasó, dice la canción, pero esa lección debe ser un referente para determinar el nuevo nombre del premio, pues no hay por qué dudar que de ser elegido de nuevo el nombre de otra persona, en el futuro ocurra igual que hoy, que aparezcan familiares que objeten con la más simple excusa, que se use ese nombre en la premiación.
La otra lección es si Acroarte va a seguir siendo la propulsora de una premiación de cuyo nombre no sea la propietaria. Elegir el nombre y retener el derecho de su propiedad es el gran desafío de Acroarte, y de paso, garantizar al patrocinador que no sería víctima de una travesura de futuras directivas.
En el seno de Acroarte hay la suficiente experiencia y madurez para lidiar con esta encrucijada. Inteligencia y tacto deben combinarse para salir de la misma fortalecido, pues renunciar al uso de nombre Premios Casandra, por los reclamos de los familiares, para entrar en el uso de uno nuevo del cual tampoco sea propietaria ni tenga soberano derechos, no sería una excelente decisión ni representaría ventaja alguna de cara al futuro de ese importante galardón.
Los mismos negociadores de parte de la Cervecería Nacional Dominicana habrán de entender este detalle, si es su intención que Acroarte sea vista como una institución y no como un grupo de cronistas indirectamente contratados para que seleccionen a los artistas que la empresa reconocería en su premio.
Fortalecer la institucionalidad Acroarte es tarea de sus miembros, pero también de buenos aliados, como lo ha sido la Cervecería Nacional Dominicana durante 25 años, que ha hecho lo correcto en este momento, que es ponerse del lado de la razón, que está donde esta Acroarte.
*El autor fue presidente de Acroarte en dos ocasiones