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sábado, 14 de enero de 2012

"Parecía el Titanic, pensamos que moríamos"


Los testimonios de los pasajeros del Costa Concordia transmiten la desesperación que vivieron el viernes por la noche. "La gente gritaba y los niños lloraban, en medio de la total oscuridad", relató uno de ellos


"Estábamos en el caos absoluto, ninguno de la tripulación sabía decirnos qué hacer, la nave comenzó a inclinarse y todos fuimos lanzados unos sobre otros, cayendo e hiriéndonos", refiere una familia italiana que se hallaba a bordo del barco siniestrado frente a la isla de Giglio.

"Ha sido una pesadilla, parecía el Titanic, pensábamos (que íbamos a) morir", coincidieron los italianos Silvana Caddeo, Ignazio Deidda y Mirella Corda a los medios locales, y precisaron que cuando cenaban se produjo el golpe, que propició la caída de botellas y vasos de las mesas.

Al menos tres personas murieron y 70 resultaron heridas al encallar el barco, con 4.229 personas, en aguas de la isla italiana de Giglio, en el mar Tirreno, en la región central de Toscana, informaron fuentes de la Capitanía del puerto de Giglio.

La nave efectuaba un crucero por el Mediterráneo, que salió del puerto de Civitavecchia (centro) con destino Savona (norte) para iniciar el viaje con escalas en Palermo (Sicilia), Cagliari (Cerdeña), Palma de Mallorca (España), Barcelona (España), Marsella (Francia) y regreso a Savona, según una nota de la compañía naviera.

Dos horas después de salir de Civitavecchia, hacia las 21:30 horas (20:30 GMT), cuando el buque estaba en las cercanías de la isla de Giglio y los pasajeros cenaban, oyeron las sirenas de varios pesqueros y silbidos de los marineros sin saber de qué se trataba.

Eran las 21:40 horase inmediatamente desde los altavoces de la nave dijeron que se había producido un problema eléctrico y que no se preocuparan.

"Pero la gente gritaba y los niños lloraban, en medio de la total oscuridad", afirmaron los pasajeros a la vez que aseguraron que inmediatamente se dieron cuenta de que la cosa era más grave, porque el barco comenzó a escorarse hacia un lado.

Además, contaron cómo vieron a muchas personas arrojarse a las frías aguas del Tirreno.

Otros viajeros denunciaron que las tareas de socorro fueron muy lentas, que antes de abandonar el barco pasó una hora y media, y que algunos miembros de la tripulación les contaron que el capitán de la nave sabía de la gravedad de la situación "y no hizo lo que debía".

Yuri Selvaggi, su esposa y sus hijos -una familia de la localidad sureña italiana de Anagni- aseguraron que en el barco dominaba el pánico y cuando fueron sacados en la barca salvavidas, esta llegó incluso a chocar con la nave y por fortuna no volcó.

Una vez en la isla de Giglio, cuyo alcalde puso a disposición de los viajero "todo lo que estuviera bajo techo", éstos fueron alojados en casas, centros deportivos y en la iglesia de la pequeña isla, que permaneció toda la noche abierta.