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lunes, 31 de octubre de 2011

La rebelión de los mediocres

El diccionario de la Real Academia de la Lengua da dos acepciones para la palabra mediocre:

1.- De calidad media. 2.- De poco mérito, tirando a malo.


Pero no me quiero referir aquí a esas personas mediocres y anodinas que pasan por la vida sin dejar huella, sin ninguna idea original o brillante, pero sin hacer tampoco daño a nadie. No. Me refiero a esos otros mediocres que no se conforman con su oscura condición y que por medios nada elogiables se proponen llegar a ocupar puestos de responsabilidad, a disfrutar de una posición distinguida, de dinero, de poder… Aunque una vez en esos puestos, su mediocridad, su ineptitud les impide desarrollar una buena labor porque no saben, no pueden, no tienen cualidades para ello ni tampoco les interesa.

A partir de ese momento todo su esfuerzo se encamina a permanecer en esa posición, a perpetuarse, aunque ello suponga el perjuicio de mucha gente. A esos mediocres me refiero, a esos seres insulsos y vacíos que se han sublevado y ya no se conforman con llevar una existencia gris y anodina.


Hoy día esos mediocres son legión, han florecido por todas partes. Hay una auténtica rebelión de mediocres que han conseguido llegar a puestos de relevancia. Los encontramos tanto en la empresa pública como en la privada, en el mundo de los negocios, en los medios de comunicación, en el arte y, sobre todo, en el periodismo de internet.

El internet se ha convertido en el gran paraíso de los mediocres, su destino dorado. Para entrar en lo que ellos en su pigmeo cerebro le llaman periodismo digital, no se necesita acreditar preparación previa, titulación, poseer determinados conocimientos ni superar prueba alguna de acceso. Sólo hay que tener una buena dosis de dureza facial, afiliarse a un delincuente del periodismo con nombre, aprenderse unos cuantos lugares comunes y frases hechas para soltarlas en cualquier situación y, a partir de ahí, empezar a utilizar las armas correspondientes para ocupar uno de los primeros puestos en las listas que su diablura ha de confeccionar para pasar como la seda y arruinarlo todo.

O hacer suficientemente bien la de lambon para que lo coloquen en puestos de confianza. En ese mundo, como en el país de los ciegos, el tuerto es el rey y ahí es donde los mediocres se encuentran como pez en el agua.



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